• Aros, alfileres y anillos fueron descubiertos en el lugar y dieron pistas de elementos sociales de la comunidad
  • Vasijas de barro se localizaron en la zona en muy buen estado
  • Torteros fueron descubiertos como parte de adornos funerarios en el sitio arqueológico
  • Un hacha maciza de cobre fue una de las piezas más importantes, ya que no existía una igual en la colección del Museo
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Sin duda fue el descubrimiento de uno de los sitios más interesantes de la zona. Es propicio reconstruir la historia de su descubrimiento en la voz de quienes participaron en ella. Vestigios que conforman una de las colecciones arqueológicas con mayor información sobre la cultura diaguita en el valle del Limarí.

La mayoría de los ovallinos conoce el Museo del Limarí y sus colecciones. Existen muchos registros técnicos sobre las piezas pero poco y nada se sabe públicamente sobre las historias, las condiciones, modo y personas que participaron en los rescates de estas importantes piezas de nuestro rico patrimonio cultural.

La llamada colección Pisco Control que es conservada y protegida en el Museo del Limarí es una de ellas. El conjunto está integrado por 184 elementos: vasijas, herramientas de hueso, metal, restos de animales y también 16 sepulturas humanas. Esta colección es a juicio de especialistas en la cultura diaguita de la región, uno de los conjuntos mejor registrados y conservados.

¿Cómo se descubre esta colección? ¿Quiénes participaron de este rescate arqueológico? ¿Cuál fue el impacto de los profesionales al descubrir hombres y mujeres enterradas hace miles de años? Estas interrogantes se responden siguiendo la pista de quienes participaron en esta excavación arqueológica hecha hace exactamente 29 años en la ciudad de Ovalle

LA HISTORIA

Era Julio de 1991 y un simple trabajo de instalación de un letrero publicitario en una planta pisquera de Ovalle (frente al actual Estadio Diaguita) abre sin querer el rumbo de lo que sería uno de los hallazgos arqueológicos mejor registrados en nuestra provincia. Dejando al descubierto restos de lo que fue la sociedad diaguita dominada en esa época por el Imperio Inca (1470 d.C al 1536 d. C).

Uno de sus protagonistas fue Guillermo Villar, encargado de colecciones del Museo del Limarí quien recuerda el momento con claridad.

“En ese año (1991) hubo una sequía muy fuerte y por esa razón el director del museo del Limarí, Rodrigo Iribarren, apoyaba a la gobernación, en lo que fue la Comisión Sequía. Recibimos un llamado desde la planta Pisco Control informándonos que habían encontrado algunos restos arqueológicos en una excavación que realizaban para colocar un letrero. Avisamos a nuestra jefatura y fuimos al lugar”.

Villar explica que fue al sitio junto a su compañero Raúl Araya, actual funcionario administrativo del museo y al llegar vieron vasijas y algunas osamentas al descubierto. Según su testimonio el personal de la planta había removido parte de esas piezas. De manera tal que en las primeras inspecciones, dada su experiencia, pudieron constatar que el sitio era mucho más amplio de lo que se veía a simple vista, por  lo que era necesario, dice, contar con la participación de un arqueólogo.

De esa manera la dirección del museo ovallino hace las gestiones para contar con la presencia de Marcos Biskupovic, arqueólogo del Museo de La Serena, además del profesor de artes plásticas, Héctor López, quien desarrolló el dibujo técnico de la excavación.

Las labores

Tras algunas gestiones con sus ex compañeros del Museo Arqueológico de La Serena, se logró ubicar al arqueólogo Marcos Biskupovic, quien recuerda con detalle la excavación en la que participó hace casi tres décadas.

“En realidad uno inmediatamente percibe que se trata de un cementerio indígena y que estábamos parados en un espacio fúnebre, quizás no tan distante de su espacio de vivienda -ranchos, chozas- para actividades habituales como hacer cacharros cerámicos, tallar sus instrumentos en hueso de guanacos o llamas, manipular sus alimentos en morteros como harina de maíz, chicha de algarrobo y chañar. Este era un cementerio influenciado según sus ornamentos en las sepulturas-ofrendas-por la cultura Inca de los Andes centrales peruanos, e igualmente con rasgos de culturas altiplánicas- figuras de llamitas en la cerámica, tipo saxamar de Arica y por último rasgos en la alfarería de tradiciones del noroeste argentino que permean las culturas locales vía la variable étnica de los mitimaes, mitmakunas o colonos que incorpora el incanato en su expansión meridional sur. Lo recuerdo como un hallazgo interesante en un momento similar  de mi vida profesional”, recordó.

¿QUÉ ENCONTRARON?

Las excavaciones permitieron identificar 16 contextos funerarios, pudiéndose documentar de manera muy precisa a 14 de ellos. La primera sepultura, descubierta en forma accidental por los trabajadores de la planta, desgraciadamente sufrió algunas alteraciones y solo fue posible recuperar de ella un conjunto incompleto de elementos y huesos humanos.

Sobre las características de las osamentas y sus ajuares funerarios, se puede desprender de los registros hechos en este sitio que se hallaron más mujeres (10) que hombres (4). En cuanto a su contextura física se describe que las mujeres median entre 145 a 160 cms. y los hombres entre 160 y 163 cms. Ambos tenían deformaciones craneales atribuidas a la influencia del Imperio Inca que solía desarrollar esta práctica de deformación artificial en los cráneos. En sus dentaduras se observaron numerosas caries y falta de molares tal vez atribuidas a uso de ellas como herramientas y en sus huesos se veía el desgaste de articulaciones como efecto del fuerte trabajo físico, tal vez dicen los especialistas, vinculado al trabajo agrícola.

En cuanto a las edades de las mujeres y hombres se encuentran entre los 20 a 50 años, siendo dos mujeres las de mayor edad entre los 45 y 50 años.

Respecto a los artefactos que acompañaban a los difuntos destacan las que acompañaban a un hombre adulto joven (20-25 años). Única sepultura que contenía herramientas de metal a base de cobre, además de artefactos de hueso de función desconocida y pigmentos rojos y vasijas ce­rámicas, incluyendo un par de piezas «gemelas». Haciendo un total de 16 objetos los que fueron hallados junto a él.

Las otras sepulturas que llaman la atención en los reportes de esta excavación son las de 2 mujeres, quienes según los estudios tenían la mayor edad del grupo. Una de ellas (45-50 años) presentaba adornos perso­nales de metal, tales como aros a base de una posible aleación de plata y “tupus” (alfileres) a base de cobre, así como instrumental ligados a la actividad textil y 3 vasijas cerámicas. En total se recuperaron 11 objetos de esta tumba.

La otra mujer con una estimación de edad similar. En su entierro se incluían instru­mentos vinculados a la actividad textil, además de 5 vasijas cerámicas. En total fueron recuperados 9 objetos.

Las demás sepulturas en total 16, eran acompañados de vasijas cerámicas en menor cantidad así como otros objetos más pequeños. Siendo las descritas anteriormente las más llamativas. Cabe destacar que el resto de las personas sepultadas tenían entre 20 a 25 años. Recordemos que en esta época las perspectivas de vida no eran mayores a los 50 años según los especialistas de la cultura diaguita chilena.

EL IMPACTO DEL HALLAZGO

Si bien los protagonistas del hallazgo tenían experiencia en descubrimientos similares, este en particular les dejó recuerdos inolvidables por la relevancia y tamaño del sitio.

Guillermo Villar explica que hubo 4 objetos que particularmente fueron diferentes y que a él en lo personal aún le impactan y ese recuerdo lo rememora como si hubiere ocurrido ayer.

“A mí en lo personal, en primer lugar me llamó la atención un hacha de cobre porque era una pieza maciza y que antes de ese descubrimiento no la teníamos en la colección del museo. En segundo lugar, diría que unas piezas muy pequeñas que se les llama “torteros” y que antes de esta excavación, se presumía que pudieran haber sido para hacer hilados pero en las sepulturas de Pisco Control las vimos puestas a la altura del cuello, por lo que pudimos comprobar que además las usaban como adornos, eso es muy importante pues con eso tuvimos una evidencia de su uso. En tercer lugar, diría que unas pequeñas piezas de cobre que también gracias a esa excavación se pudo ver que eran anillos porque las vimos colocadas en una falange de un dedo. Son detalles que a veces pasan desapercibidos pero que son relevantes para reconstruir sus costumbres. Finalmente me impactó mucho una olla negra que había y que me impresionó por lo que involucra su uso, porque finalmente era una prueba de algo de uso común y tú a través de ese artefacto de uso diario ves que fue una familia o una comunidad que existió antes como nosotros. Eso a mí me quedó grabado hasta el día de hoy”.

El arqueólogo Biskupovic hoy jubilado de su función en el Museo Arqueológico de La Serena recuerda particularmente algunos detalles que hoy evalúa con el transcurrir de los años.

“Lo que más llama la atención en general de la cerámica diaguita limarina, no solamente en este sitio, es su originalidad cultural de estilos, que se conjugan en ella producto del mestizaje de diversas tradiciones y espacios o lugares geográficos que interactúan. Hay diferencias ostensibles con su congénere elquina. Particularmente de este sitio me llamó la atención un par de sepulturas en que los difuntos tenían tapado su rostro con una escudilla (es un tipo cerámico abierto y extenso en su diámetro). Es curioso, desgraciadamente muchas intenciones humanas pretéritas suelen no ser resueltas por la ciencia social arqueológica, ya que ese actuar es personal y adscrito a un momento determinado del cual formó parte y no imperante hoy en día”.

Sobre el impacto de este hallazgo en esa época y hoy, el profesional explica: “ (…) la investigación arqueológica y sus hallazgos donde se realicen, siempre deparan la atención de la comunidad, autoridades, medios radiales y de prensa, televisivos, etc., en este caso no fue la excepción siendo bien difundido, visitado por colegios y público en general. Bueno todos los hallazgos y sus posteriores estudios se transforman en el tiempo en una sumatoria de evidencias y que van aportando y enriqueciendo el saber y la ciencia social arqueológica en el tiempo”.

El encargado de colecciones del Museo, Guillermo Villar, también agrega sus conclusiones a 29 años de haber participado de esta excavación comentando que el impacto del hallazgo fue muy relevante en ese instante, pues llegó gente muy importante de esa época. Tal vez en ese momento, dice, no se le sacó el suficiente provecho en lo educativo porque se intentaba resguardar el sitio lo mejor posible para evitar generar que la misma gente iniciara sus propias excavaciones en los alrededores y provocar una fiebre por sacar cosas o búsquedas de supuestos tesoros.

Sobre su percepción del sector Villar añade que “tengo la certeza de que esa zona es parte de una enorme comunidad indígena y que falta aún mucho por descubrir en los alrededores del estadio y creo que lo que conocemos es solo el inicio y quizás sea un sitio tan relevante para la arqueología como lo es actualmente la zona de El Olivar en La Serena. Por otra parte el sitio Pisco Control fue muy importante para el Museo porque vinculó a la ciudad con el recinto, pues eran cosas que fueron rescatadas por esta unidad y para la ciudad”.

Gran aporte

Sin duda que el aporte que hizo este hallazgo para el patrimonio de la Provincia del Limarí y la Región de Coquimbo es invaluable y de gran ayuda para comprender el modo de vida y costumbres del pueblo diaguita. Siendo este sitio una parte de un todo mayor ubicado entre el Estadio Diaguita y la zona de la planta Pisco Control.

Así lo cree el actual director del Museo del Limarí, Marco Sandoval. “A la luz de los antecedentes en mi opinión el sitio de la Planta Pisco Control, forma parte de un todo mayor que incluye el Estadio Diaguita (ex EFO) y por tanto, yo lo colocaría en ese contexto. Sería importante en algún momento poder desentrañar esa historia mayor de la ciudad y que pudiéramos estudiarlo como un todo, que para el caso de Ovalle, es un sitio único en la investigación del poblamiento de nuestros pueblos originarios en la Provincia del Limarí”.

Sandoval igualmente recalca la relevancia del sitio y de los vestigios encontrados en la década del noventa, colección que aún tiene mucho por aportar a la reconstrucción del pasado de los habitantes de la Provincia del Limarí.

Actualmente se puede apreciar parte de las piezas correspondientes a este sitio arqueológico en el recorrido virtual del Museo del Limarí, al que se puede acceder desde el sitio: https://eligecultura.gob.cl/virtual-tours/330/

 

 

 

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