• VICENTE ESPINOZA - agricultor de Chañaral Alto
  • Son cientos las hectáreas que se han perdido por la falta de agua y las que quedan se enfrentan ahora a esta seria dificultad. FOTO LAUTARO CARMONA
  • Este es el panorama que se presenta en estos valles. Las parras secas se mezclan con las que los agricultores han podido salvar. FOTO LAUTARO CARMONA
  • : En muchos de los predios ahora cuentan con agua y se pudieron salvar plantas, pero ahora se ven amenazados con la falta de mercado. FOTO LAUTARO CARMONA
  • Los agricultores muestran con desazón los efectos que provocó la sequía y ahora la falta de retornos, pero aseguran que quieren seguir luchando para recuperar los predios. FOTO LAUTARO CARMONA
A la pérdida de hectáreas de plantaciones por la sequía, se suma ahora que la variedad flame, que abarca un 90% de su producción, no está siendo recibida en el mercado de Estados Unidos tras la arremetida de nuevas variedades más resistentes y de mejor calibre. Ya no se hace viable exportarla.

Juan Claudio Laguna, Marcelo Laguna y Fernando Araya son agricultores de uva de mesa de Chañaral Alto, en la comuna de Monte Patria, todos dedicados a la actividad por años, heredada de la tradición familiar.

Nos reunimos con ellos en el centro del poblado y nos llevan a un cerro donde se podrá apreciar una panorámica del valle. Por donde se mire, existen plantaciones de parras (cerca de 2 mil hectáreas), en un 90% de uva flame, según indican. Pero a diferencia de otros años, el paisaje se muestra diferente, un gran porcentaje de estos cultivos ya no están en producción, cortadas o simplemente se dejaron secar. “Ese que se ve allá era un productor que sacaba 120 mil cajas de uva, pero se perdió todo con la sequía, el vecino perdió los terrenos porque se los quitó la exportadora, es muy complicada la situación”, relatan.

En efecto, la falta de agua que registró la zona durante una década causó serios estragos. El embalse Cogotí, que abastece principalmente a este valle, llegó a secarse, siendo la temporada 2013-2014 la más crítica. En ese periodo, fueron más de 800 las hectáreas que se perdieron por la falta de riego. “Lo que quedó principalmente fue la uva flame, que era la única que se podía regar hasta diciembre, así que centramos los esfuerzos en salvar esta variedad, porque sabíamos que enero ya no tendríamos agua”, relata Marcelo.

Con mucho esfuerzo y en base a endeudamiento con la banca y la ayuda que el Estado presta a través de Indap, lograron salvaguardar parte de la producción. Una luz de esperanza se produjo en la temporada 2015-2016, donde esta variedad logró excelentes precios que permitieron un repunte. Los retornos ya mejoraban, lo que daba cierta tranquilidad. “Las producciones no fueron muy grandes ni tampoco la fruta fue muy buena, pero el precio la verdad es que estuvo muy bueno”, apunta el agricultor.

Esto se veía coronado con las lluvias que por fin llegaron a mejorar los sistemas hídricos. Tras años de escasez, finalmente contarían con el vital recurso que se aseguraba a lo menos por 3 temporadas.

Todo apuntaba a que se lograría la anhelada recuperación. Sin embargo, entre el 2016-2017 se produce otro hecho que comienza a inquietarlos. Desde Estados Unidos, principal mercado de uva Flame, comienzan a llegar las primeras noticias sobre el ingreso de nuevas variedades provenientes de sus competidores directos, Perú y California. Éstas muestran ventajas comparativas evidentes, tienen mayor calibre, calidad y, por sobre todo mayor durabilidad, pudiendo mantenerse hasta por 3 meses en frigoríficos sin problemas.

Resultado: los supermercados en ese país comienzan a preferirlas. El precio de la Flame se fue al suelo y la comercialización se hacía cada vez más difícil. “Tuvimos retornos negativos, de 20 dólares que valía la caja cayó a 7 u 8 dólares”, plantea Marcelo Laguna.

“Ahí nos endeudamos todos, fuera de las deudas que ya veníamos arrastrando de la sequía, pensábamos que de a poco nos íbamos a ir inflando, pero pasa esto que es hasta peor que la falta de agua”, se lamenta.

EL ESCENARIO SE VUELVE NEGRO

Pero aun así mantuvieron la esperanza. Fernando Araya señala que, tras las conversaciones con las exportadoras, se decía que la temporada 2017-2018 ya no podía ser peor y que, como en otros años, confiaban en el repunte “pero resulta que no fue así”.

Todavía no se saben los resultados ni tampoco han recibido las liquidaciones de las exportadoras por lo producido esta temporada, pero indica que “ya el comentario está instalado de que si el año pasado el promedio de la flame fue 7 u 8 dólares, ahora es mucho menor”, plantea.

Lo peor, asegura, es que a la fecha ninguna de estas firmas ha dado noticias de lo que sucede, lo que ha generado incertidumbre de que finalmente ya se haya decidido no exportar.

A la fecha, dice, se les suman tres problemas puntuales, la sequía, lo retornos malos “y ahora tenemos agua pero no tenemos capital, porque si las exportadoras no exportan no tenemos como sacar nuestro producto”, afirma.

Juan Claudio Laguna recalca que todo lo que pudieron obtener en la temporada 2015-2016 se les fue en pagar deudas que ya tenían de arrastre “ya veníamos golpeados por la sequía y ahora esto, el panorama es bien complicado”, asegura.

Agrega que hubo mucha fruta que incluso se botó en EE.UU “a mí me dio 0,58 centavos de dólar la caja y si este año es peor se puede imaginar lo que será”.

Por su parte Pascal Laguna, agricultor de Chañaral Alto, sostiene que “la empresa para la que yo trabajo nos liquidó 11,5 dólares por caja el año pasado, pero el costo de producción es de 12 dólares, así que igual quedé debiendo”.

Vicente Espinoza, también agricultor de Chañaral Alto, cuenta que él tenía 6 hectáreas “pero con la sequía ya perdimos 3 hectáreas que no pudimos salvar porque las dotaciones de agua no alcanzaron”. Lo encontramos podando solo “se me hace imposible contratar gente para esto”, indica.

Avanzamos por el camino y nos encontramos con Elena Mora, en el sector alto de El Palqui. Dice que hasta ahora están trabajando solo con la familia. “Porque no hay como pagar gente. Nosotros trabajamos con una empresa pero no nos han dicho absolutamente nada. En este tiempo ya no nos estaban ayudando, pero ahora nada”, precisa.

 

LAS EXPORTADORAS NO SE PRONUNCIAN

El problema del ingreso de uva flame al mercado estadounidense es un secreto a voces entre los productores. Todos saben que el posicionamiento de las nuevas variedades ha sido fuerte y que es poco probable que se pueda revertir este escenario.

Juan Claudio Laguna plantea que de hecho él ha sostenido conversaciones con la exportadora, pero que las señales no son muy tranquilizadoras. “Me dijeron tú trata de financiarte como puedas y cuando lleguemos al momento de la cosecha, según como se ve el mercado, tal vez la llevemos, pero eso es mucha incertidumbre, porque tengo que asumir un costo de 20 mil dólares por hectárea para que después tal vez me digan que no voy a exportar”, recalca.

Todos los años para estas fechas ya estas empresas les proporcionan una cantidad de recursos a los agricultores para que comiencen con las labores en el campo, como la poda, pero a la fecha nada de esto ha ocurrido. De hecho, en nuestro recorrido encontramos al menos a 3 productores que estaban llevando a cabo este proceso ellos mismos, con sus familias. “En la mañana vino un grupo de personas a ofrecerse para trabajar, pero les tuvimos que decir que no, porque no tenemos plata. Lo vamos a hacer con la esperanza de que podamos salvar algo de la uva”, comenta Luis Mora, que tiene un predio familiar en el sector de El Palqui.

Juan Claudio agrega que en un año normal todos los parrones que ahora se ven verdes ya estarían podamos “pero en este momento hay muy poca gente haciéndolo, lo están haciendo con sus familias, pero no hay gente trabajando, antes se movían contratistas”.

SIN PACKING

Con todo ello lo que se viene para la temporada 2018-2019 es aún más incierto. Los productores dicen que se encuentran endeudados con la banca, Tesorería, las distribuidoras eléctricas y que no tienen como conseguir recursos para echar a andar los procesos de cosecha, que se dan entre septiembre y diciembre o enero.

Juan Claudio Laguna sostiene que “teníamos un sistema de que las exportadoras a partir de una fecha nos comenzaban a pasar anticipos para hacer los trabajos de cosecha, porque son muy caros, pero hasta el momento no hemos recibido nada”.

Siendo así todos coinciden en que la decisión es categórica. Este año los tradicionales packing de uva, que por años han llevado adelante y que han sido el sustento para miles de personas, dejarán de funcionar. Ni siquiera van a esperar a que les llegue la liquidación en el mes de julio.

“Ya está definido. ¡Quién va a querer hacer packing si ni siquiera las exportadoras se han acercado! Yo escuché que Frutexport querían seguir con lo de ellos no más y no comprar uva y CFN ya avisó que ellos no financian”, manifiesta con preocupación Marcelo Laguna.

“El primer freno viene por parte de las exportadoras, que dirán que no compran más, y por otro lado los agricultores que sin capital no pueden hacer nada, no tenemos como”, enfatiza.

La noticia es preocupante toda vez que son muchas las personas, dueñas de casa, estudiantes, que toda la vida han visto en los trabajos de temporada una forma de financiamiento. El problema social y económico que esto podría traer para estos valles sería considerable.

“Nosotros ocupamos una cantidad de gente en el periodo antes de la cosecha y durante, pero así como estamos no voy a ocupar ninguno. En el parrón yo ocupaba 100 a 150 personas en cosecha y ahora nada”, añade Fernando Araya.

Así también lo considera Marcelo Laguna, quien indica que en ese valle packing generan año a año cerca de 2 mil puestos de trabajo “serían alrededor de 2 mil personas entonces que no van estar trabajando y que era un ingreso de las familias, llegaban estudiantes de afuera, todo el pueblo tiene una cultura de trabajo en esto”, puntualiza.

PASAS, LA ALTERNATIVA

Los agricultores están conscientes que la solución a este conflicto es de largo plazo y pasa por comenzar a reconvertirse a las nuevas variedades que sí tienen cabida en el mercado estadounidense, pero existen las dificultades económicas ya mencionadas y, además que, en el mejor de los casos, se podría contar con las primeras producciones en 3 o 4 años más.

Por ello y para mitigar en parte las pérdidas, han pensado en una alternativa más de corto plazo que les permita mantener ingresos económicos para pagar deudas, comenzar a replantar y evitar perder las producciones actuales: la producción de pasas. A la fecha, este producto mantiene un buen precio en el mercado, lo que les permitiría obtener ganancias.

Juan Claudio Laguna manifiesta que la ventaja es que cuentan con la infraestructura y el insumo. “Las hortalizas no las vemos como opción porque el costo de la energía, por ejemplo, es muy cara, tampoco los cítricos, porque ahora se pueden regar, pero en unos años más existe el riesgo de que no esté el recurso y se pierdan las plantas”, puntualiza.

Pero no es llegar y hacerlo, siguen topando en las dificultades económicas que radican principalmente en el tema energético, porque al estar los parrones en los cerros el gasto en “elevar” el agua se vuelve un ítem importante. Tampoco cuentan con recursos para seguir manteniendo las parras en condiciones para que se de la uva.

“Lo que buscamos en este momento es que el gobierno nos ayude a encontrar financiamiento para producir pasas”, sostiene el productor y agrega que “queremos que nos ayuden primero a aplacar los acreedores, que nos den un respiro, que nos preste plata para producir las pasas este año. Vamos a gastar menos que para exportar, nos ahorramos la mano de obra y entremedio cada uno verá cómo se reconvierte”, precisa.

Otra ayuda que sería importante, sostiene Fernando Araya, es que les puedan contribuir en los procesos de comercialización. “Nosotros queremos saltarnos la parte del intermediario, que nos acepte el poder comprador. Nos podemos juntar, hacer un volumen y que nos acerque a alguien para lograr mejores utilidades”, especifica.

Calculan, dice, que el gasto por hectárea para llegar a producir las pasas sería de alrededor de 5 millones por hectárea anual, bastante menos, indica, que lo que se requiere para la exportación.

“Es una muy buena alternativa, porque no desequilibra el régimen hídrico que tenemos disponible y es lo más parecido al tipo de producción que ellos conocen. Además permite que, a diferencia de la uva, la puedan tener mayor tiempo antes de la venta y la flame es una de las mejores variedades para pasas”, señala el alcalde de la comuna de Monte Patria, Camilo Ossandón.

URGE EL RECAMBIO

La uva de mesa sin lugar a dudas se constituye en la principal actividad agrícola de los valles interiores de la región. Para dimensionar la problemática que se da con flame, hay que señalar que según el Catastro Frutícola realizado por Odepa, del ministerio de Agricultura, en la región de Coquimbo al 2015 existe una superficie total plantada de vid de mesa de 8.675,9 hectáreas. De éstas, la gran mayoría, 2.384,5 hectáreas, corresponden a este tipo de vid.

“El gran problema de la flame es que solamente puede ir a Estados Unidos, no tiene otro mercado, no tiene condiciones, una buena post cosecha”, señala Juan Claudio Laguna.

Si ésta no está siendo aceptada en el mercado norteamericano, lo más lógico es que se apueste a la reconversión. Se estima que hoy en día existen más de 100  de estas nuevas variedades, que se han ido masificando. Entre sus principales atributos se cuenta que tienen un calibre y aspecto mucho mejor, que tienen mayor resistencia y por tanto se pueden trasladar por amplias distancias sin ningún problema, es posible guardarlas en frigoríficos por entre 90 y 100 días, lo que las ha vuelto las preferidas de los compradores.

En materia de producción, la diferencia también es notoria. Actualmente con las variedades tradicionales el rendimiento es cercano a las 1.500 cajas por hectárea, mientras que con éstas últimas puede ir desde 3.000 a 3.500 cajas hacia arriba.

Ejemplos hay varios. Timco, Sweet Celebration, Arra 15, entre otras. Pero además existe una variedad chilena que fue creada por INIA Intihuasi, a través de su programa de mejoramiento genético. La buena noticia es que además tiene resultados probados en la región. Se conocía como INIA Grape One, pero ahora se le cambió el nombre por uno comercial, Mylen, que en dialecto mapudungún significa princesa.

Marcelo Laguna dice que están apostando por estas alternativas y que, de hecho, están tratando de desarrollar un trabajo conjunto para buscar las opciones. Ya se han agrupado un total de 50 productores, que si bien aún no conforman una organización formal, están dispuestos a concretar gestiones.

Pero hay diferencias. Juan Claudio Laguna señala que en general los más pequeños (hasta 5 hectáreas) tienen la posibilidad de recibir ayuda de Indap. Pero existe otro grupo de entre 5 y 20 hectáreas que no acceden a estos beneficios.

Lo único con lo que cuentan son apoyos de Corfo, pero operan siempre y cuando el productor financie, no les prestan recursos, sino que se les reembolsa “y en este momento no tenemos esas platas”, plantea.

Asimismo, se les suma otra dificultad, todas estas variedades nuevas están patentadas y para acceder a ellas se debe hacer por medio del pago de un Royalty.

 “Además tienen que ser patrocinadas por una exportadora. Ellos nos dicen te vamos a pasar tantas parras, pero tienes que comprometerte a mandarlas siempre con nosotros. Las parras son caras y no te financian ningún peso”, detalla.

Explica que existen dos tipos de Royalty, uno es de la empresa dueña de la planta, que autoriza a dos o 3 viveros para que las produzcan. Después viene el royalty por la comercialización, donde la empresa dueña de la variedad dice qué exportadoras la pueden vender.

“Tienes que hacer un contrato con una exportadora que pide venderles en exclusiva. Te lo cobran por caja o por hectárea según el dueño de la variedad. Desde el primero año empiezas a pagar, aunque saques lo que saques”.

Con todo ello, Fernando Araya plantea que en el fondo quienes tienen el sartén por el mango son las exportadoras “ellos tienen campos grandes donde ya están poniendo las variedades nuevas, pero para nosotros es muy difícil acceder”.

AYUDA DEL GOBIERNO

Por esta razón los agricultores plantean que se hace aún más necesaria la ayuda del gobierno, primero en materia económica y segundo en el sentido de realizar las gestiones para que el acceso a estas especies no sea tan complicado como lo es hasta ahora.

“Lo que queremos pedir es algún año de gracia ya sea para Tesorería, para paliar algunas deudas, no que las perdonen, sino que nos den un respiro, porque es imposible pagar así como estamos, de dónde. Estamos todos atrasados con deudas de luz y debemos ir poniéndonos al día también”, manifiesta Marcelo Laguna.

A estas alturas, ni siquiera pueden contar con la venta de terrenos, porque ya están desvalorizados y nadie los va a comprar en esas circunstancias. “Con ello lo más probable es que va a comenzar el negocio del agua, las acciones las van a comprar los grandes y van a terminar siendo los dueños de todo”.

Pascal Laguna, señala que hace algunas semanas se les permitió plantearle el problema al ministro de Agricultura, Antonio Walker, en una visita que realizó a la localidad de Los Morales. “Pero al parecer la problemática se la presentaron muy livianita, tuvimos muy poco tiempo para expresarlo y no alcanzó a dimensionar la gravedad de lo que está sucediendo. Es él que tiene el peso para tomar una decisión a corto plazo. Nosotros damos 10 mil puestos de trabajo, ¿qué va a pasar con esas familias?”, agrega.

Para Marcelo Laguna, la reconversión tiene que venir con un sistema completo, no solo con la plantación de nuevas variedades, sino que tal vez generando subsidios para utilizar paneles solares que permitan aminorar el gasto en energía que les significa elevar el agua hacia los cerros. “Tenemos buenas condiciones para eso, días despejados y ya se ha estado haciendo”, replicó.

 

COSTO SOCIAL Y ECONÓMICO

El trabajo de los packings durante el verano va más allá de una actividad económica que genera cientos de empleos. Hay ahí todo un tema cultural, está arraigado en las familias. Estudiantes, dueñas de casas, viajeros y otras personas tienen una opción de generar recursos para el resto del año. Por eso, el hecho de que no se realicen este año da cuenta de una arista que es aún más preocupante.

El alcalde de Monte Patria, Camilo Ossandón, señala que ya lo vienen alertando desde el año pasado “y al parecer no se le ha tomado el verdadero peso que tiene”.

El edil recalca que se tiene que tomar una estrategia con urgencia para definir, primero, hacia donde van apuntadas las opciones de conversión. Lo complicado, enfatiza, es que se trata de un proceso sistemático y que se dará en no menos de 3 o 4 años. “Es súper complejo, porque cómo la gente vive, se afecta la generación de empleo. Acá hay medidas de corto plazo que se deben tomar, porque la gente no tiene capital de trabajo, no tiene como producir”.

Generalmente, agrega, estos productores pequeños tienen nichos de gente que trabaja todos los años con ellos “y esa gente se va a quedar sin pega, no va a tener ninguna posibilidad. Es el ingreso familiar del año para muchos de ellos y ahora no van a haber packings, porque van a desaparecer”.

Los agricultores, enfatiza, son gente de trabajo y que no les gusta andar pidiendo “pero la situación es crítica. Si nosotros no somos capaces de tomar medidas concretas, de aquí a los próximos años lo que vamos a ir sufriendo de forma muy acelerada va a ser la concentración de la tierra”.

Los afectados temen que los grandes productores comiencen a comprar los predios y que la gente comience a emigrar de los pueblos. “Vamos a terminar con 2 o 3 empresas dueñas de todo Monte Patria y los pequeños productores, que tienen todo un arraigo cultural acá, se van a terminar”, puntualizó el edil.

¿DEJARLO TODO?

“Nos va a pasar lo mismo que está pasando en La Ligua, cuando estemos todos quebrados van a venir los grandes y van a comprar todo. Si no se toman medidas vamos a desaparecer”, manifiesta Juan Claudio Laguna con desazón.

Respecto a si han pensado en abandonar esta labor, señala que “todas las noches me lo planteo”, pero enfatiza que sigue adelante cuando piensa en toda la gente que está involucrada en el proceso de la uva.

Así lo recalca Marcelo Laguna. “Uno se ha criado siempre en esto y no lo pienso solamente por uno, tengo 15 personas trabajando y qué van a hacer, son gente que lleva años con nosotros, que vienen de nuestros padres, sus hijos, nietos, se han criado con uno, acá hay tradición”, enfatizó.

 

 

 

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