El fallecido religioso gozó de gran aceptación y respaldo por parte de la comunidad local en la década del ochenta, de hecho se bautizó con su nombre a importantes obras de la comuna. Sin embargo - después de poco más de dos décadas - surgen antecedentes que dan cuenta de una insospechada faceta.

La Parroquia El Santísimo Redentor, ubicada en la parte alta de nuestra ciudad, es un mudo testigo de hechos que habrían sido cometidos por el párroco Damián Heredia, fallecido el año 1992  y que permaneció poco menos de una década en Ovalle.

A nivel local muchos no dudan de su figura carismática y cercana, que mostraba solidaridad e iniciativa, muy activo dentro de la comunidad y que representaba buenos valores. Esas cualidades lo llevaron a ser homenajeado en  nuestra ciudad, ya que tras su muerte se bautizó con su nombre a una escuela, una población, una plazoleta y hasta a una calle, lo que permite graficar la importancia y trascendencia que tuvo Heredia para la comuna.

Sin embargo, esta semana una investigación periodística hecha por La Voz de Pucón  reflotó  una serie de acusaciones de abuso sexual  en contra del religioso hace más de tres décadas atrás, justo antes de su llegada a nuestra comuna (1986). La denuncia fue hecha por apoderados de dos establecimientos en donde Heredia era rector.

Al conocer esas denuncias y saber que el religioso fue trasladado a Ovalle, surgen algunas interrogantes.  Nuestro medio conversó en exclusiva con diversas fuentes, quienes aportaron antecedentes inéditos que hacen alusión a  supuestos oscuros episodios perpetrados en la comuna.

 

 

Una faceta desconocida

Los testimonios recogidos por El Ovallino son sin duda de alto calibre y dan cuenta de otra faceta totalmente distinta y desconocida, una en donde el carisma se mezclaría con la perversión.

Una de las fuentes consultadas señaló que tras su arribo algunas personas sospechaban de conductas poco apropiadas por parte del religioso.

Se cuenta que un año o dos después de su arribo, se habría realizado una acusación formal escrita, la que fue enviada al Arzobispado de La Serena. La misiva contaba que Heredia había sido sorprendido intimando con  un joven mayor de edad al interior de la parroquia en Ovalle. Tras enterarse de dicha acusación a sus espaldas, se menciona que el religioso habría hecho sentir su malestar abiertamente contra quienes lo delataron.

La situación habría sido comunicada a la institución ya que, “había preocupación por los niños y por la parroquia por el ejemplo que se estaba dando”.

Esa supuesta relación mantenida por el sacerdote era en ese entonces una especie de secreto a voces, “pero nunca hubo una comprobación jurídica ni denuncia”, dice otro relato de quien prefirió mantener el anonimato.

Otra de las fuentes lo tilda derechamente como un “cerdo”, ”prepotente” y hasta “abusador” que  además de cometer a vejaciones contra niños y adolescentes, utilizaba sus supuestas habilidades “sanadoras” para poder validarse con la comunidad. Heredia solía recibir a enfermos, quienes recurrían a él para recibir su sanación, la que en algunos casos sorpresivamente había surtido efecto.

En relación a los presuntos abusos sexuales, se señala que no fueron pocos los niños víctimas de manoseos y otras vejaciones. De  hecho se sostiene que las clases de catequesis eran una forma en que el religioso se  acercaba a ellos y que utilizaba dinero y regalos para poder cautivarlos aún más. Un testimonio reveló incluso que en ocasiones les dio alcohol a adolescentes, precisamente para concretar sus intenciones.

Otro de los antecedentes es que cada verano llegaron a la parroquia delegaciones de niños precisamente de Pucón, quienes pasaban la época estival en compañía de Heredia.

Lo que más lamentan los testigos dentro de los testimonios, es la pasividad que tuvieron algunos de los feligreses y las propias familias de las víctimas al no denunciar o condenar los hechos que habría cometido el religioso en Ovalle por esos años.  Se afirma que algunas de esas familias de las víctimas sabían de los abusos, sin embargo, los silenciaron, ya que como una fuente indica,  “ese silencio era motivado por beneficios que podían recibir”.

Se menciona  también que  en esa época la institución se desentendió de la problemática, “el Arzobispado encubrió”, dice categóricamente una de las fuentes, quien también habló con la condición de preservar su nombre.

Al ser consultado sobre los homenajes que nuestra comuna ha dedicado en su honor  y memoria (una escuela, una calle, una plazoleta y una población), una fuente dice categóricamente, “es una pena para Ovalle, sobre todo porque era sacerdote”.

La Arquidiócesis de La Serena aclaró que en los expedientes del religioso no existen denuncias, cartas, ni investigaciones en su contra, sólo figura su traslado a la región en el año 1986.  Por otro lado, una fuente ligada a investigación en ese campo, comentó que efectivamente no existen acusaciones en su contra por hechos cometidos en Ovalle.

Sobre los antecedentes de Heredia, desde la Diócesis de Villarrica, sólo se limitaron a hacer alusión al artículo publicado por La Voz de Pucón, en donde entre otras cosas el obispo de Villarrica, Francisco Javier Stegmeier, contó, que el único antecedente que posee sobre el tema es el recorte de prensa que se aguarda en los archivos del obispado, noticia publicada el 11 de febrero de 1984 por diario El Mercurio. Ahí se consigna que la Corte de Apelaciones de Temuco acogió el recurso de amparo presentado por el sacerdote, dejando sin efecto la encargatoria de reo dictada por el Juzgado del Crimen de Villarica a raíz de las denuncias de unos apoderados de Pucón.

En caso que efectivamente esas vejaciones fueran verídicas, ¿por qué los puconinos denunciaron y los ovallinos no?, ¿qué hay detrás de ese ocultamiento? Por otro lado, ¿por qué a nivel local  algunos lo catalogan como un buen padre, y en la otra vereda quienes lo conocieron de cerca, aseguran que se trata de un verdadero demonio? La duda está sembrada.

 

 

 

Contenido relacionado

- {{similar.created}}

No hay contenido relacionado

Cargando ...

 

 

 

Diario El Ovallino