Entre papayas, jarabes, dulces y bombones, la emprendedora nortina trabaja para sacar adelante su hogar.

María Luisa Pizarro (57) es una emprendedora de La Serena, IV Región, que ha sabido reinventarse. Trabajó de forma dependiente toda su vida, pero luego de que su pareja tuvo un accidente cerebro vascular, tuvo que dedicarse a su cuidado y buscar una nueva forma de costear los gastos desde su casa.

Hace cuatro años que decidió emprender en el rubro de la fabricación de dulces, jarabes y papayas en conserva. Trabaja junto a su hija y gracias a su apoyo, ha logrado concretar alianzas con negocios del aeropuerto y del terminal de buses, a quienes provee con sus exquisiteces dulces.

“Me dediqué a esto porque surgió la necesidad de tener que trabajar desde el hogar, para cuidar a mi pareja que no puede valerse por sí mismo y porque muchas veces cuido a mis nietos. Siempre me interesó el tema de las papayas. Una tía me enseñó y fui aprendiendo de a poco. Me gustaría que esta tradición la siguieran mi hija y mis nietos, porque es algo característico de nuestra región y no puede perderse”, cuenta.

Ingresó a Fondo Esperanza (FE) gracias a una vecina que la invitó: “Me contaron de qué se trataba, de todo el apoyo que podían entregarme y obviamente que dije que sí. Me encanta ser parte de esto, porque aprendí a administrar mi negocio y a compartir con mis vecinos. Las reuniones que tenemos con el grupo son mi escape a mi trabajo, ahí me distraigo, me río y aprendo a llevar las cuentas. Es una ayuda que tiene de todo”, expresó la comerciante.

Sobre el crecimiento de su emprendimiento, comenta que este no ha sido sólo en el ámbito de la adquisición de nuevas maquinaria e insumos, sino que también ha experimentado un gran crecimiento intangible. “Gracias a Fondo Esperanza puedo comprar materiales, adquirí una cocina, lavaplatos y moledoras, pero lo que más me ha gustado es todo lo que me he ordenado. Me enseñaron a llevar la plata con responsabilidad y a ser constante para que me vaya bien, esto lo valoro aún más que las cosas que he podido comprar”, dice.

Uno de los grandes sueños de María Luisa es poder tener un local en el centro, para vender personalmente sus propios productos a turistas y transeúntes. “Me encantaría poder interactuar con los clientes de forma directa, que me pregunten por mi trabajo y contarle de este lindo proceso desde que el fruto es sacado del árbol. Espero concretarlo algún día de la mano de la organización”, finalizó.