Crédito fotografía: 
Leonel Pizarro
En el secano punitaquino la familia Contreras López decidió dejar a tras una vida dedicada a trabajarle a otros y emprender una aventura con un puñado de cabras. “No nos arrepentimos, aprendimos y vivimos de esto”

En la comuna de Punitaqui, en el secano ubicado a unos 15 kilómetros al oeste de su capital, el sector La Rinconada se abre a quienes deciden trabajarla con esfuerzo, y es precisamente lo que decidió la familia Contreras López hace casi dos décadas, cuando sus labores en predios agrícolas de terceros le impedían pasar más tiempo con la familia.

“Antes trabajábamos de temporeros en distintos predios. Nos íbamos a las 4.00 de la mañana Camarico a trabajar en varios fundos, dejando a los niños al cuidado de la hermana mayor, para regresar en la noche, y así todos los días. Hasta que un día decidimos comenzar a criar cabras y no trabajarle a nadie. Llevamos 18 años con este negocio de las cabras y los crianceros”, cuenta con orgullo Claudia López, quien dice que “trabajamos para nosotros, no le damos cuenta a nadie”.

En medio de las labores diarias explica que a veces los más jóvenes hacen algún tipo de trabajo eventual, pero corto, porque entienden que lo más importante es el negocio familiar.  

“Comenzamos con siete cabritas, y nos compramos un reproductor mejor, y ahí fuimos mejorando la raza, porque de las primeras que tuvimos con esfuerzo nos daban un litro de leche, a diferencia de ahora cuando una cabra puede dar tres o cuatro litros de leche. Es que al principio no sabíamos bien como era trabajo”.  

Gracias al esfuerzo han podido sacar a los hijos adelante, estudiando, y la hija mayor, Katerin Contreras, ha tomado mayores responsabilidades con el negocio y la producción.

Actualmente el negocio da para que vivan los 10 miembros de la familia. Todos trabajan en función de la producción, cada uno con alguna labor diferente y según su edad, pero todos comprometidos con el negocio.

En sus inicios como crianceros, y luego de ser admitidos como comuneros pudieron postular a una máquina lechera, a los implementos de la quesera, y hasta los paneles solares que alimentan la bomba y el sistema para sacar el agua.

Años de aprendizaje

Ahora cuentan con 74 cabras, con una producción que no se detiene en el año. Las tienen tabuladas, lo que significa que no salen del corral sino eventualmente para pastorear por los predios cercanos. Poseen dos hectáreas contando donde se encuentra la casa, en las que siembran cebada y alfalfa, según la temporada, para el alimento de su rebaño, por lo que su producción lechera es todo el año, ya que han podido de alguna manera tecnificar su rebaño para producir queso durante todo el año.

“No vendemos cabras para consumo, sino para crías y para reproducción, pero el negocio es la venta del queso, que vendemos acá en la casa. Con ayuda de Prodesal sacamos la máquina lechera, y los implementos para la quesera, con los que sacamos en promedio unos cinco kilos de queso cada día”, explica Katerin.

Indica que la mayoría de los compradores son de un par de mineras cercanas, que se han acostumbrado a la calidad y frescura de su producto.

“En la temporada que más logramos hacer fue como de 18 a 20 kilos de queso cada día, porque había llovido mucho y las cabras se alimentaron muy bien, pero igual el precio del queso bajó hasta 1.500 pesos por kilo, porque había mucho y no podíamos guardarlo. Entonces fue igual. Ahora hacemos menos, pero como lo vendemos acá mismo no le ponemos el precio de la feria, sino que tenemos compradores que vienen hasta acá a comprarlos”, indica.

Número ideal

Indica López que sería ideal tener unas 100 cabras, pero que no conviene tampoco tener muchas, porque no podrían alimentarlas y que la idea es que coman bien para que puedan dar suficiente leche.  

 

Granja completa

No podría ser una granja completa si no tuviera producción de otro tipo de animales, y los contreras saben que con el espacio y los recursos pueden criar cerdos y gallinas, tanto para el consumo familiar, como para vender algunos de sus productos.

“Los cerdos los compramos pequeñitos y los alimentamos con el mismo suero que queda de la producción del queso, así que casi no invertimos nada en alimentarlos porque si no, sería una pérdida. Cuando ya están grandes hacemos arrollados y patas rellenas”, indicó López.

Las gallinas en tanto son para puro consumo familiar.

 

 

 

 

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