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EL OVALLINO
Diversos son los elementos que le entregan a una ciudad un perfil determinado y reconocible tanto para personas nativas como para turistas. Estos elementos son los que al final, se transforman en verdaderos iconos que en el caso de Ovalle, le otorga a la ciudad y a sus habitantes, una identidad única y definida.

Llegó el mes de abril, mes de aniversario de Ovalle.

Desde su fundación en 1831, han pasado ya 188 años de historia, en donde el pequeño pueblo se ha ido transformando progresivamente en ciudad.

A poco más de una década de cumplir los 200 años de historia, la capital limarina ha logrado construir una imagen más o menos reconocible durante el transcurso de su existencia, gracias a la construcción y emplazamiento de ciertas obras o espacios que han trascendido en el tiempo hasta transformarse en los “iconos” que hoy le permitan a la ciudad contar con un paisaje urbano reconocible tanto para sus habitantes como para foráneos.

En este artículo repasaremos someramente el origen y la historia de algunos de esos iconos, sin los cuales la capital del Limarí no sería la misma.

DEL KIOSKO AL “TRÉBOL” DE LA PLAZA

Corría el año 1890, y por iniciativa del entonces presidente de la Sociedad Musical de Ovalle, Bartolo Tirado Contador, se construía en la plaza de armas de la ciudad, un hermoso kiosco de estilo japonés o “tabladillo” llamado “Chigua”.

Un hermoso y llamativo atractivo urbano que sin embargo, tuvo un triste fin hacia 1950. En aquel año, con motivo de la celebración de la Fiesta de la Primavera, y justo en el momento en que se desarrollaba la presentación de las candidatas a reina, el viejo y añoso kiosco se derrumbó producto de la gran cantidad de gente que se subieron a su terraza al mismo tiempo.

Sin embargo, por iniciativa del entonces alcalde de Marcelo Bachelet en acuerdo con el concejo municipal determinaron recuperar dicho espacio. Se llamó entonces a un concurso público que dio origen al actual “trébol”, el cual se inauguró en 1951. Con el paso de los años, este trébol se ha ido transformando en uno de los símbolos de la ciudad.

LA IGLESIA SAN VICENTE FERRER

El origen de esta icónica parroquia se remonta incluso a antes de que se fundara la ciudad de Ovalle, datándose su construcción en 1824.

No obstante, en 1847 un terremoto asoló la provincia, dejando a la iglesia de entonces prácticamente en el suelo, debiendo construirse una nueva.

De esta forma, la nueva capilla comenzó a construirse dos años después, en 1849. En 1870 en tanto, se construyeron la sacristía, el pulpito, el altar mayor, el coro  y el campanario, inaugurándose toda la obra en 1888.

La torre, construida de madera, cuenta con una altura de 48 metros y cuenta entre sus atractivos, un reloj que fue un obsequio del empresario Rafael Errázuriz Urmeneta en 1855. En tanto, las campanas de la iglesia fueron fundidas en 1877 en Valparaíso.

Actualmente, esta capilla se encuentra cerrada debido a los daños sufridos por el terremoto de 2015, debiendo realizarse las misas en un espacio abierto contiguo a la nave principal.

LA BANDERA Y EL ESCUDO DE OVALLE

Diseñado por el heraldista Fernando Álvarez de Toledo en mayo de 1960, el escudo de Ovalle se plasma según su descripción oficial “en un campo de oro, una barra ondada, de azur, símbolo del río Limarí acompañada arriba por un león rampante de purpura, coronado de oro, con una pluma de oca, blanca, en la mano, en actitud de estar escribiendo, en homenaje al poeta de Chile, don Víctor Domingo Silva Endeiza, ilustre hijo de esta región; y abajo por un pico y un combo de gules, formando un sotuer, emblema de la minería. Bordura cosida, de plata, con ocho hojas de higuera, de sinople, que es el árbol heráldico del Norte Verde. Timbre: la corona mural de oro de las Municipalidades de Chile”.

Respecto a la bandera de Ovalle, esta se incluye tres bandas: la superior amarilla, la central, de color azul y ondada, y la inferior, blanca.

UN ICONO MUSICAL: EL VALS DE OVALLE

Pocos deben ser los ovallinos que no lo hayan escuchado alguna vez, más allá de que se conozcan la letra o sólo hayan tarareado la melodía.

Lo cierto es que el Vals de Ovalle tiene su origen en la década de 1940 del siglo pasado, cuando la destacada compositora y cantante oriunda de Chañaral, Derlinda Araya, llegó a la ciudad como parte de una gira artística que realizaba por todo el norte del país.

Durante dicha gira, la artista se quedó mayor tiempo en Ovalle, inspirándose en su estadía para crear la música y la letra de este vals, que durante esos años, fue ampliamente difundido por ella y por conjuntos folclóricos de la zona.

Por ello, antes de su fallecimiento en 1960, Derlinda Araya fue debidamente reconocida por parte de las autoridades ovallinas de la época, permitiendo que dicha melodía sea reconocida por todos los ovallinos de pura cepa hasta el día de hoy.

LA PILETA DE LA FUENTE DE LA PLAZA

Nada había sobre lo que hoy día es la Plaza de Armas durante los primeros años de la ciudad de Ovalle, salvo algunas bancas de madera, matorrales y un canal que cruzaba el lugar.

Como un intento de embellecer dicho espacio, el empresario minero, José Tomás Urmeneta, tuvo la iniciativa de mandar a hacer en Inglaterra, una pileta para obsequiarla a la joven ciudad.

Entretanto, se comenzaba a delinear los primeros jardines y arboledas que cambiarían el rostro del principal paseo público de la ciudad, tarea que estuvo a cargo del ingeniero Eugenio Santiago Hervages, quien también se preocupó de preparar el espacio en donde se ubicaría la pila.

En ese sentido, se recibieron olmos y fresnos, más otras 300 acacias de la Quinta Normal de Santiago, y se instalaron cuatro jardines de 80 metros cada uno y la pileta al centro, a 1.60 metros de altura.

Hoy, dicha pileta y sus juegos de agua y luces, corona uno de los paseos más hermosos de la ciudad y una de las plazas que se reconoce como una de las plazas más hermosas del norte de Chile.

AGUAS DANZANTES EN LA ALAMEDA

Convertida en una postal de la ciudad, la alameda de Ovalle es hoy una sucesión de grandes bandejones con jardines, a lo largo de las cuales, corren las calles Ariztía Oriente y Ariztía Poniente.

No obstante, no siempre fue así, pues a comienzos de siglo XX, la alameda fue el deslinde oriente de la ciudad, espacio que se encontraba en un total abandono por parte de las autoridades.

Ello, motivó a la Asociación de Adelanto Local (ASALO) para remodelarla, y así, en 1933, comenzaron estos trabajos prolongándose este lugar de esparcimiento  más allá de la calle Independencia hasta empalmar con Tangue.

Uno de sus atractivos fue la construcción de un espejo de agua que embelleció durante algún tiempo el lugar. No obstante, diversos desperfectos, dejaron durante largos años el espejo de agua virtualmente abandonado, con lo cual, el lugar comenzó a degradarse.

Todo cambió en 2016, cuando gracias a la inversión hecha por el municipio de Ovalle, que superó los 350 millones de pesos, permitió el arreglo de esta enorme fuente de agua y su espacio adyacente.

Hoy, este espejo de agua cuenta con un sistema de aguas danzantes y juegos de luces de última generación, lo que lo ha convertido en unos de los principales atractivos turísticos de la ciudad de Ovalle.

 

 

 

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