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Juan Carlos Pizarro
El 13 de septiembre del 2007, un camión arrasó con 6 viviendas en el poblado de Lagunillas, Ovalle. ¿El resultado? Una familia destruida. Doménica Robles (25) -con un embarazo de 8 meses- y Damián Nicolás González (4) perdieron la vida. A ellos se sumó el conductor del camión, Jaime Vargas Lillo (47). > Los familiares de las víctimas fatales –como también quienes perdieron sus viviendas- recibieron promesas de ayuda por parte de las autoridades, e interpusieron acciones legales para obtener una indemnización de parte de la empresa minera para la que trabajaba el chofer. Sin embargo, nada prosperó.

Juan Carlos Pizarro

Mario Robles (73) acude todos los días hasta el lugar del desastre. Pese a su edad, el dolor, el cansancio y el tiempo, no deja de cumplir con el ritual, como una forma de rendir tributo a su hija Doménica Robles, su nieto de cuatro años, Damián Nicolás González Robles, y al pequeño Alfonsito, que no alcanzó a conocer el mundo. Tenía ocho meses de gestación y murió en el vientre de su madre. 

Algunas veces está solo, con el recuerdo, y más de alguna lágrima perpetua vuelve a resbalar por sus mejillas. En otras oportunidades, llega acompañado de gran parte de la numerosa familia Robles Vargas. “Ahí lo pasamos bien. Tomamos tecito y tratamos de hablar de cosas buenas, más que traer a colación ese maldito día”, relata don Mario, en Lagunillas, poblado de Ovalle que hace 12 años se vio estremecido con un trágico episodio que conmocionó a la Región de Coquimbo y cambió para siempre la vida de los habitantes de un pueblo, que todavía clama por justicia.

 

Desastre total

“Fue uno de los casos más tristes que me ha tocado ver en mi vida como bombero”. Con estas palabras, Drago Yurín, quien lideró los trabajos de los voluntarios en el lugar, describe el escenario con el que se encontró alrededor de las 18:00 horas, el jueves 13 de septiembre del 2007, cuando un camión de alto tonelaje que transportaba cobre a la Planta Minera Panulcillo -en la localidad de Lagunillas- ingresaba al poblado, y el conductor Jaime Vargas Lillo (47) perdió el control en la peligrosa curva del acceso principal.

 “Siempre jugábamos (con Damián Nicolás) y nos iban a buscar a la escuela a los dos juntos. Me gustaría que estuviera hoy”, Macarena Castro, sobrina de Doménica y prima de Damián Nicolás de cuatro años.

Los resultados fueron dramáticos. Según consigna diario El Día de la época, la máquina arrasó con seis casas de material ligero, debido a que “se le habrían cortado los frenos” y no pudo tomar la ruta hacia su destino, pasando de largo y cayendo hasta el fondo de la quebrada. En total, fueron 15 personas las que lo perdieron prácticamente todo. “Al principio había incertidumbre, porque al ser tantas las casas afectadas, lo más lógico era pensar que fueran más las víctimas fatales, pero, para el nivel del desastre que había, fueron pocas, básicamente porque la mayoría de la gente no se encontraba en las viviendas”, asegura Drago Yurin.

Efectivamente, en ese horario, muchos se encontraban es sus trabajos. Pero Doménica y los pequeños no corrieron la misma suerte. Tampoco el chofer del camión, quien resultó ser la cuarta víctima fatal. No resistió el impacto y los rescatistas demoraron horas en lograr sacar el cuerpo de la cabina del vehículo de carga.

 

En el lugar: las historias que duelen

Fuimos al lugar. Allí, donde don Mario Robles acude a diario en el que sigue siendo el acceso a Lagunillas, y pudimos constatar que la vida de la gente está marcada por esta tragedia, que presenciaron y de la que fueron protagonistas.

En el sitio donde estaba la casa de las víctimas fatales está la animita que las recuerda y nada más. Abajo, como triste y cruel postal de lo ocurrido, está todavía la máquina que originó la tragedia. Sí, pese a que han transcurrido 12 años, el camión sigue allí, aunque desde la comunidad muchas veces han pedido que pueda ser retirado, sin respuestas.

La señora María Varas y su esposo, Francisco Gallardo, en la actualidad residen en la vivienda que está justo al frente del camión abandonado, y todas las mañanas cuando abren la puerta de su casa se encuentran con la chatarra y los escombros. “Es lamentable que esto todavía esté acá. Imagínate que si a nosotros nos afecta, cómo debe ser para esa familia”, dice Ana y su marido asiente con la cabeza.

Ambos fueron testigos de la tragedia del 2007. Vivían en otro sector de Lagunillas, pero como todo el pueblo, llegaron hasta el sitio del suceso cuando comenzó a correr la noticia de lo que había pasado y recuerdan las horas de terror en las que reinó la incertidumbre y que terminaron con la tragedia de la conocida familia. “Lo que yo tengo en la memoria es el ruido muy fuerte que se sintió hasta allá arriba, donde vivíamos nosotros por esos años. Bajamos, y cuando llegamos acá no podíamos creer lo que estábamos viendo y menos que la persona fallecida era Doménica. Una gran amiga”, relata el poblador Francisco Gallardo.

 

Nada ha cambiado

Tanto María como Francisco son categóricos al señalar que después de este accidente, “poco y nada han cambiado las cosas”. En principio, se hicieron las gestiones para mejorar el camino que ya era peligroso, y se prohibió el paso de camiones de alto tonelaje, pero luego de un tiempo, la señalética que habían puesto la retiraron, de la nada.

Luisa Castillo coincide en que la trágica experiencia no dejó lecciones. “De partida, deberían haber eliminado este camino, porque sigue siendo un peligro”, indica, quien fue una de las damnificadas luego del accidente, perdiendo su casa y sus pertenencias.

Ahora está bien, pero le costó mucho levantarse tanto emocional como económicamente. Aunque agradece a la vida haber tenido otra oportunidad, ya que ella, por suerte, no se encontraba en su hogar cuando esto ocurrió. “Habíamos salido hace unos 20 minutos a Ovalle. Alcanzamos a llegar para ir a comprar en una tienda. Ahí, justo cuando íbamos a entrar nos llamaron para avisarnos. Nos devolvimos de inmediato, porque mi marido estaba en la casa y pensamos lo peor”, relata.

Pero su esposo salvó de milagro. “El camión destruyó toda la casa, pero la pieza en la que él estaba durmiendo quedó casi intacta. Cuando llegamos, verlo fue el mejor regalo, porque sabemos que le pudo haber pasado lo mismo que a Doménica y su familia”, cuenta la mujer, quien también precisa que le impacta ver el camión allí, todos los días.

Johanna Morales es nuera de la señora Luisa Alfaro. También lo perdió todo, menos la vida y “eso es lo importante, porque lo material se recupera”, dice, pero precisa que le llamó la atención la indiferencia de las autoridades de la época y también de la empresa minera, al momento de tener que prestarles ayuda. “Nos llamaron a una reunión, poco después de lo que pasó.  Estaba el gobernador  (Iván Hernández), la alcaldesa (Marta Lobos) y se prometieron muchas cosas, como demandar a la empresa, y darnos una mano. Pero lo único que hicieron fue pasarnos una mediagua”, consigna Johanna, con impotencia.

Cree que la autoridad perdió una gran oportunidad, cuando se construyó la doble vía en la Ruta D43, de no modernizar el acceso, en el cual se siguen produciendo accidentes. “Esto quedó igual y seguimos estando expuestos. Ha habido accidentes después del camión, lo que pasa es que no ha fallecido nadie, por eso no han trascendido, pero en cualquier momento vamos a tener que lamentar otra tragedia”, comenta la habitante de Lagunillas, otra sobreviviente de la tragedia.

 

Una familia destruida

De la familia Robles Vargas, ningún integrante vive cerca del lugar de la tragedia en la actualidad. El golpe fue demasiado fuerte y sólo se limitan a ir a visitar la animita. Pero no resulta difícil ubicarlos en Lagunillas. En el pueblo todos se conocen y es María Vergara, a quien encontramos en una de las calles principales de la localidad quien nos comenta que “casi todos viven para allá, para las calles de abajo”.

La mujer, por supuesto, recuerda el episodio y cree que hay una deuda pendiente con el pueblo. “El tener ese camión ahí, el tener el mismo camino de acceso tan peligroso, y el que nunca les hayan dado una mayor ayuda a los afectados, son cosas suficientes como para empatizar con ellos y sentir la rabia”, asevera, mientras avanza a su domicilio.

Cuando por fin llegamos a la casa donde hoy reside gran parte de la familia de las víctimas fatales, se mostraron dispuestos a contar su historia. Aseguran que todavía están esperando que les cumplan las promesas, pero afirman que ya no harán nada más, “porque si en su momento no tuvieron conciencia, qué vamos a esperar ahora, tantos años después”, dice Margarita Robles, hermana de Doménica.

Tiene grabado a sangre y fuego en su memoria el momento en el que le dijeron que un camión había arrasado con su casa. Por un lado, sintió la tranquilidad de saber que la mayoría de sus familiares que vivían cerca, se encontraban, tal como ella, trabajando en el fundo de la familia Munizaga, pero de inmediato temió por la vida de su madre, hermana menor embarazada y también por la de su sobrino.

Todos partieron al lugar. Allí, vieron a su madre llorando, sana y salva, pero se enteraron que Doménica y Nicolás se encontraban en la vivienda cuando pasó el camión, por lo que lamentablemente perdieron la vida. “Fue un dolor horrible, que no se puede describir”, recuerda, y no puede evitar quebrarse. “Tenían toda una vida por delante, ella iba a tener a la guagüita, Alfonsito, e iban a formar una familia con su esposo”, cuenta, pero todo se apagó en un instante.

Una historia de amor

Tal como lo dice su hermana Margarita, la de Doménica y su esposo Alan Barraza era una gran historia de amor. Sus destinos siempre estuvieron unidos, desde pequeños, cuando estudiaban en el mismo colegio en Lagunillas. Fue en ese lugar donde se conocieron y compartieron parte de su infancia.

Sin embargo, se dejaron de ver por algún tiempo. Ella tuvo al pequeño Damián Nicolás, y él también iba por otro camino, pero la vida los puso de nuevo frente a frente y los unió. Ambos solteros, se reencontraron y nació el amor que sólo la muerte pudo doblegar.

Cuando llegó el final, ya estaban viviendo juntos, con Damián Nicolás, y esperando al bebé. De hecho se suponía que el día después de la tragedia irían a una ecografía, la que nunca se concretó.

 

Acciones legales que no prosperaron

Macarena Castro era sobrina de Doménica. Tiene 16 años, la misma edad que tendría el fallecido Damián Nicolás, el hijo de cuatro años de su tía que perdió la vida en el fatal episodio. Pese a que era pequeña cuando ocurrieron las cosas, tiene recuerdos con su primo, con quien asistía al mismo curso en prekinder en la Escuela de Lagunillas. “Siempre jugábamos y nos iban a buscar a la escuela a los dos juntos. Me gustaría que estuviera hoy, pienso que hubiésemos tenido una linda relación”, dice la joven, mientras muestra los documentos que acreditan las acciones legales que en su minuto intentaron efectuar al interior de la familia, en contra de la empresa contratista a la que pertenecía el camión que llevaba el material minero a Panulcillo.

Es don Mario Robles, el padre de Doménica quien nos explica lo que intentaron hacer. “Tuvimos dos abogados, uno acá en Ovalle y otro en La Serena. Queríamos justicia, una indemnización, porque lo que pasó fue muy grave. Ese camión iba sin frenos, fue una negligencia de la empresa que le costó la vida a tres familiares míos y al mismo conductor de ellos. Entonces, no nos íbamos a quedar de brazos cruzados”, cuenta.

Pero las cosas no resultaron como ellos pensaban. Según dice Robles, no tuvieron el apoyo suficiente y nunca se hizo justicia. Finalmente, la empresa pagó una cifra que le parece “una vergüenza” en relación a los daños causados. “Nos dieron algo así como cinco millones de pesos, lo que al final sirvió para costear los gastos del funeral, el entierro en el Parque de Ovalle, pero nada más. La vida de mi hijo y mis nietos tenía mucho más valor, pero no pudimos seguir pagando al abogado así que hasta ahí llegaron las acciones legales. Al menos, esa empresa minera ya no sigue operando en el lugar”, dice el hombre, cuyo dolor sigue cargando sobre sus hombros, al igual que todos en esa familia, y en alguna medida, en gran parte de los habitantes de Lagunillas, un pueblo marcado por la tragedia que nunca fue compensado. 4601iR

 

Francisco Gallardo vive justo enfrente de donde todavía, tras 12 años, está abandonado el camión que causó la tragedia. Pese a que han pedido que lo retiren, nadie les ha hecho caso.

Francisco Gallardo vive justo enfrente de donde todavía, tras 12 años, está abandonado el camión que causó la tragedia. Pese a que han pedido que lo retiren, nadie les ha hecho caso.

En la “curva de la muerte”, Johanna Morales y Luisa Castillo aseguran que “todo sigue igual y que no hay mejoras”.​

Las portadas de los principales diarios de la región le dedicaron sus títulos principales a la tragedia.​

El día del accidente (13 de septiembre del 2007) todo el pueblo concurrió a ver lo que estaba pasando. El dolor y la incertidumbre se apoderaron del lugar.​

El dolor de una sobreviviente

Eliana Valverde es otra de las sobrevivientes. Se trata de la madre de Alan Barraza, pareja de Doménica Robles. Ella vivía en una de las casas que fue arrasada por el camión, pero salvó de milagro y por muy poco de la muerte. “Estaba recostada en la pieza cuando sentí un ruido muy re fuerte y una polvareda. En sólo cosa de segundos vi pasar el camión volando frente a mi dormitorio, fue como de película. Arrasó con el comedor, la cocina, pero la pieza donde yo estaba quedó intacta”, cuenta Eliana, a quien encontramos en el sector de El Tuqui Alto (Ovalle) donde en la actualidad trabaja, en una casa particular.

En lo primero que pensó fue en ir a buscar a Doménica y a Damián Nicolás, que vivían al lado, pero no podía caminar. Sacó fuerzas de flaqueza y pudo levantarse, sin embargo, era demasiado tarde. Madre e hijo habían fallecido. “Al niño pequeño lo encontraron desnudo, y con el rostro totalmente destruido, fue muy fuerte lo que pasó”, añade.

Para Alan, padre de Alfonsito -que tenía 8 meses de gestación- e hijo de Eliana, no fue fácil superar la tragedia. Tenía un proyecto de vida con su mujer, pero todo se derrumbó. “Él entró en una depresión muy grande, y le costó años salir de eso. Tenía miedo de estar solo y un fuerte trauma. Lo que pasa es que la ilusión de ser padre era demasiada”, manifiesta la señora Eliana, quien también precisa que nunca recibió una indemnización por lo sucedido. “Me dieron una pieza, una caja de víveres, después de eso, el tiempo fue pasando y nadie se acordó más de nosotros”, expresa.

 

 

 

 

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