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Rodolfo Pizarro
En septiembre de 2015 la iglesia de la comuna de Ovalle sufrió las consecuencias del terremoto. Si bien para este último movimiento telúrico no se profundizaron sus daños, urge una restauración para que albergue a sus feligreses, que realizan los cultos en el patio del recinto.

“El día posterior al terremoto vino un arquitecto del municipio y no vio daño estructural, pero sí vio un problema serio en la Parroquia San Vicente Ferrer, que la muralla lateral derecha está cediendo”, comentaba el sacerdote Luis Alberto García a El Ovallino en la edición del 22 de septiembre de 2015.

Seis días antes, el miércoles 16, la región fue azotada por el terremoto con epicentro en Canela Baja de 8.4° Richter, dejando a cerca de trece personas fallecidas por las consecuencias del movimiento telúrico. Ovalle y las comunas de la provincia no fueron la excepción, y dejaron a cientos de inmuebles dañados. Una de esas infraestructuras fue la Parroquia San Vicente Ferrer, que desde esa fecha no puede ser oficiada como centro religioso. Sus ceremonias las realizan en el patio parroquial y en una capilla adjunta al gran recinto.

Precisamente hace una semana, la zona volvió sacudirse con un movimiento telúrico de grado VIII en la escala de Mercalli, dejando averiadas varias estructuras. Para suerte del recinto eclesiástico, no se produjeron daños de consideración a vista de los arquitectos que inspeccionaron el recinto en los días posteriores.

“En una primera impresión visual, refleja que se acusaron algunas grietas, desprendimiento menores, pero a nivel de desplome de muros y otros daños, son prácticamente los mismos”, dice Domenico Albasini, arquitecto asesor del Arzobispado de La Serena.

Lo cierto es que la parroquia deberá ser sometida a una restauración. Durante el año 2018 fueron aprobados los dineros por parte del Gobierno Regional para el proceso de diseño de restauración, que asciende a cerca de $100 millones.

SENTIMIENTOS

El arraigo de la parroquia en la comunidad es para mencionar. Los comienzos de esta icónica parroquia ubicada a un costado de la Plaza de Armas, en calle Miguel Aguirre con Libertad, se remontan incluso hasta antes de la fundación de la ciudad, que data desde 1824.

La antigua iglesia fue destruida por orden del Arzobispo de la época, Agustín de la Sierra, quien ordenó la reconstrucción de varios templos en la región. Sin embargo, el terremoto de 1847 provocó que solo quedara en pie la puerta mayor, tras lo cual se edificó la nueva iglesia que hasta el día de hoy conocemos.

La primera piedra se puso en 1849 y en 1870 se construyeron la sacristía, el púlpito, el altar mayor, el coro y el campanario, inaugurándose finalmente en 1888.

Seriamente dañada por el terremoto del 14 de octubre de 1997, siendo reparada con aportes de la fundación Enna Craig de Luksic en 2002, la parroquia guarda importantes recuerdos para sus feligreses.

“Me duele mucho, me afecta en el corazón verla cómo está de quebrada. Incluso la capilla está resquebrajada en el piso. Esto está deteriorado, muy abierto. La restauración urge, con mayor razón ahora. Menos mal que el terremoto no nos pilló en una ceremonia. Esperemos que Dios escuche nuestras plegarias y esto se repare en el corto plazo”, cuenta la señora Antonia, después de la misa de este jueves.

La Parroquia ha sido testigo de varios terremotos. Solo en los últimos 22 años ya ha resistido a tres. En 1997 sufrió las consecuencias del terremoto de Punitaqui, “se gestionó con otros países, hubo un gran despliegue y se logró restaurar, quedando más hermosa de lo que era en esa oportunidad”, cuenta el vicario general de la Arquidiócesis de La Serena, el sacerdote Cristián Montenegro.

“Si hacemos historia, la diócesis comenzó en 1840 y ya San Vicente Ferrer era un lugar importante para la nueva diócesis. Por lo que hablamos de una larga tradición, que albergó a comunidades generación tras generación y para las personas es un lugar significativo. Muchas generaciones pasaron por acá, quizás se casaron sus abuelos, fueron bautizados sus hijos y así van recordando. Hay un vínculo sentimental con ese edificio, recuerdan su niñez y yo mismo tengo cariño por esta iglesia, ya que fue mi primer cargo pastoral acá en Ovalle, en esta parroquia”, recuerda con afecto el sacerdote.

DAÑOS Y FUTUROS ARREGLOS

Los daños sufridos en septiembre de 2015 fueron graves. Los más notorios fueron los contrafuertes que sostienen la estructura principal de la iglesia, además de la inclinación de los muros laterales.

“Cuando uno pierde más de un 3% de inclinación en el adobe hay que preocuparse. Los muros se inclinaron e hicieron trabajar a los contrafuertes, que cumplieron su función, pero quedaron tan dañados que amerita una refacción. En caso de un sismo nuevo importante, ya no estarán los contrafuertes trabajando y en este tipo de muros altos tienden a caer”, comentó el arquitecto.

Además, hay una presencia importante de termitas en la estructura de madera, como sucede en muchas iglesias antiguas de la región. Es un problema silencioso, pero en algún minuto pasa a ser grave, y esto ocurre con el recinto eclesiástico.

“Hay un daño avanzado en las tablas que conforman el cielo de la bóveda de la nave principal. Y, seguramente se está analizando en el estudio que está en manos de la dirección de Arquitectura del Mop, hay un daño eventual en la estructura principal de la techumbre Hay que fumigar y hacer algunos tratamientos para que la termita deje de alimentarse de las maderas”, agrega el profesional.

Con todo, la idea del Arzobispado nunca fue demoler la parroquia.

“Nunca hubo una idea de demoler. Pero no es lo mismo reparar que restaurar. Una reparación es más económica que una restauración, porque todo lo que significa la experticia de los arquitectos y eso tiene un costo, al igual que los materiales. Y en la iglesia no hay voluntad de llevar y botar, sino de conservar, por un interés pastoral”, sostiene el vicario general.

Para enero de 2020 está contemplado el fin del estudio de restauración, mientras que la restauración en sí debe pasar primeramente por la aprobación de recursos por parte del Gobierno Regional, que se elevarían por sobre los $1.000 millones. Mientras que la restauración en sí se podría prolongar por un año y medio.

La parroquia estaba contemplada desde antes del terremoto del 2015 dentro de un programa regional (con financiamiento a nivel nacional) que consistía en reparar una cierta cantidad de edificios patrimoniales. Posterior al evento telúrico, el Consejo Regional obtuvo recursos desde la Subsecretaría de Desarrollo Regional para darle prioridad en diseño y restauración en forma exclusiva, por lo que la iglesia será restaurada con fondos a nivel nacional (50%) y fondos regionales (50%). Eso sí, a la espera de que el mismo Consejo pueda contar con esos recursos para inicio del 2020.

“El monto de ejecución de la obra es muy alto, por lo que era la única forma de financiarlo a través del Estado, ya que es difícil que la comunidad católica y el Arzobispado hubiese juntado esa cantidad de dinero para restaurarla. Para esto, el Estado debe considerar varios aspectos, debe estar declarada por el Consejo de Monumentos Nacionales o debe estar calificado como inmueble de conservación histórica y la Parroquia San Vicente Ferrer cabe dentro de este ítem” dice Lidia Zapata, consejera regional y una de las impulsoras de la restauración de edificio.

“En el mes de diciembre se hizo una reunión de participación ciudadana, donde los vecinos estaban contentos con que por fin podamos invertir en la restauración de la iglesia, donde nos encontramos en el estudio de la restauración y luego vendría la etapa de restauración en sí”, sostuvo el seremi del Ministerio de Obras Públicas, Pablo Herman.

De esta forma, la paciencia debiera ser el mayor aliado de los feligreses ovallinos, ya que la restauración total y final se podría extender hasta el 2021 en el mejor de los casos para la parroquia que ha albergado a cientos de católicos a lo largo de sus más de 160 años de existencia.

 

 

 

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