La mosca de la fruta, la Anemia Infecciosa Equina y la crisis hídrica marcaron estos 12 meses, los que dejaron huellas profundas entre agricultores, crianceros y trabajadores rurales. Los relatos de la comunidad revelan un territorio que se siente vulnerable, poco considerado y sin herramientas suficientes para enfrentar emergencias.
El Limarí cerró un año que muchos habitantes rurales describen como “agotador”. No solo por la continuidad de la sequía y las dificultades de un mercado agrícola inestable, sino porque 2025 trajo dos amenazas que trastocaron la economía, el ánimo y la rutina del campo: la mosca de la fruta, que paralizó cosechas y la Anemia Infecciosa Equina (AIE), que detonó cuarentenas y sacrificios de animales. Aunque ambos fenómenos fueron distintos en alcance y origen, compartieron una consecuencia común: dejar en evidencia la fragilidad del mundo rural frente a protocolos sanitarios diseñados lejos del territorio.
“PERDIMOS LA PRODUCCIÓN COMPLETA”
En Tulahuén, donde los pequeños productores dependen de ventas rápidas para sostener sus gastos familiares, la temporada quedó marcada por pérdidas que muchos no estaban preparados para absorber.
“Yo perdí mi producción completa este año. Y varios vecinos también”, relató Ricardo Villalón, representante de los pequeños agricultores del sector. La cuarentena, que se extendió más de lo previsto tras nuevas detecciones, obligó a esperar autorizaciones mientras la fruta madura sobrepasando el punto comercial. El resultado fue devastador: fruta botada, campos sin ingresos y un seguro que, aunque inédito, dejó un sabor amargo.
“A una productora con durazno primor le pagarán 800 pesos por kilo, cuando el mercado ofrecía 2.800. ¿Cómo se recupera alguien así?”, cuestionó Villalón, quien también denuncia errores y procesos inconclusos.
En El Palqui, Fidel Salinas, el presidente del Sindicato de Pequeños Agricultores, coincidió en que la mosca de la fruta desbordó la capacidad de respuesta. “Las familias se llamaban entre ellas preguntando qué hacer. No podían sacar su producto y temían perderlo todo”, relató. El dirigente insiste en que el problema de fondo es la falta de política pública adaptada al territorio. “No se habla del campo; no se escucha al campesino antes de tomar decisiones”, explicó.
MIEDO, GASTOS Y CUARENTENAS POR LA AIE
Mientras la fruta se perdía en Tulahuén, otra preocupación crecía: la Anemia Infecciosa Equina que se confirmó en varios corrales, obligando a sacrificios, cuarentenas estrictas y una carga económica imposible para muchos preparadores.
Julio Valdivia, domador y encargado de un centro de entrenamiento en Punitaqui, describe el impacto como “devastador”. Tras sacrificar dos caballos infectados debió pasar por una cuarentena y realizar una limpieza sanitaria. “Solo cambiar las camas de viruta de los caballos costó cerca de 2 millones de pesos. A eso se sumaron fumigaciones, desinfecciones y semanas sin poder trabajar”, señaló. “Es un golpe emocional y monetario. Nos piden cumplir todo, pero nadie ve que quedamos sin ingresos. Y no tenemos apoyo”, lamentó. “Los caballos, están prácticamente 24 horas encerrados, lo que genera estrés y altera completamente su conducta”, agregó.El miedo en la comunidad ecuestre es generalizado. “Todos temen que salga un caballo positivo y lo sacrifiquen. Y aún falta revisar la mayoría de los corrales”, indicó Valdivia, quien también acusa desigualdad en la fiscalización: los caballos de carrera, dice, han sido los más presionados.
CRIANCEROS: ENTRE LA CALMA PRODUCTIVA Y UN FUTURO INCIERTO
En contraste con agricultores y trabajadores equinos, los crianceros de Monte Patria tuvieron un año que califican como “no malo”. Hubo pasto, se vendió el queso y los animales se mantuvieron en buen estado. Pero la tranquilidad no es total: el temor ahora está puesto en lo que podría venir.
Antonio Elgueta, presidente de los crianceros del río Huatulame, advierte sobre posibles enfermedades caprinas que podrían ingresar por falta de control en el transporte de animales. “La enfermedad que llegó a los caballos es un tema que podría pasar lo mismo, con las cabras que vienen del sur. Si aparece una enfermedad caprina y sacrifican rebaños enteros, quedamos sin trabajo y sin comida”, señaló. Más allá de lo sanitario, también teme por el futuro de la veranada, tradición histórica de los crianceros que temen que podría verse afectada por trámites tardíos y la presión de proyectos mineros en la cordillera.
UN TERRITORIO QUE PIDE PRESENCIA
La Sociedad Agrícola del Norte, advierte que lo vivido este año refleja un escenario que sigue tensionando al mundo rural. La presencia de plagas como la mosca de la fruta, sumada a la crisis hídrica y al aumento de robos en los campos, ha generado un sentimiento de vulnerabilidad en los pequeños productores y familias agrícolas.
“La Sociedad Agrícola del Norte expresa su preocupación por el difícil escenario que están enfrentando las comunidades rurales del Limarí”, señalaron. Además la entidad hizo un llamado a las autoridades “a fortalecer los programas de apoyo y a activar medidas de emergencia que permitan enfrentar estas problemáticas de manera oportuna y efectiva, resguardando la producción y el bienestar de miles de familias rurales”.
