Lo que para muchos puede considerarse algo tétrico y macabro, digno de alguna película de terror y misterio, es una práctica cada vez una más común a todo lo largo y ancho del territorio chileno: recibir el año nuevo o pasar las primeras horas del nuevo año en las parcelas de un cementerio, acompañando a algún familiar enterrado allí.
La costumbre que nació en la comunidad de Talca, al centro sur del país, se ha extendido cada vez con mayor fuerza y ruido a otras zonas de país, y por supuesto nuestra ciudad no podía quedar fuera de esta inusual modalidad de festejar el año nuevo.
Desde parejas hasta familias enteras reciben el año nuevo dentro del camposanto, o bien lo reciben en sus hogares y luego de repartir los respectivos abrazos, llegan al cementerio a acompañar a sus seres queridos.
SIEMPRE PRESENTE
Con una mesa repleta de comida, bebidas, vinos, y todo lo que necesita una fiesta los familiares de Elsa General llegan al mausoleo donde descansa a “invitarla” a la fiesta de año nuevo: “Hace seis años que se nos fue, pero nosotros venimos todos los años, porque no porque ella no esté con nosotros, vamos a dejar de tenerla presente”, explica Jimena Lana, nieta de Elsa.
Es una tradición con mucha alegría, allí no queda espacio para la tristeza. “Nos dio tanto que ahora nosotros venimos para que ella esté en la fiesta con toda la familia” dice Jimena, mientras el resto de los que quedan en la fiesta: Carolina Lana, Silvia López, María Olmos y Marla Emilia Lana bailan al ritmo de las rancheras que canta Betty Cuicas en su parlante karaoke.
EL “TATA” TAMBIÉN BAILA
Con mucho ritmo y exceso de alegría, la familia Olivares Zamora disfruta de la fiesta en el cementerio. Su cumbia a todo volumen y sus bailes contrastan con lo lúgubre del “salón de fiestas”. Pero al resto de los “invitados” parece no importarles, o por lo menos no salen de sus nichos a manifestarse.
“Nuestro ‘Tata’ Edmundo Olivares se fue hace un par de años, pero nosotros siempre lo venimos a visitar, para nosotros es una fiesta, es una celebración. Lo hacemos para que él vea que siempre está con nosotros” explica Francisca Olivares, mientras le muestran a la foto del “Tata” todo lo que está ocurriendo y las cumbias que bailan sus nietos.
EN SOLEDAD Y TRANQUILIDAD
En contraste con las fiestas de los diferentes pasillos, Marisela Rojas llega al cementerio en plan de meditación y relajación. “Primero celebramos el año nuevo con la familia, nos damos el abrazo, y luego nos venimos a acá a acompañarlo. En realidad es para acompañarlo, para que no esté solo. Es una sensación de calma”
Rojas visita a Dan Leyton, quien se fue hace cinco años pero que siempre ha estado presente en sus pensamientos y sus costumbres. “Yo le pongo un cigarro y ahí se consume. Conversamos, le cuento cosas. El año pasado le traía su cigarro y un viento frío me rozó la mano, yo sé que él se da cuenta que lo estamos acompañando”.