Crónicas Ovallinas: Bernardo y Arturo

    0
    83
    Arturo Prat

    Caminando en la Plaza de Armas uno tiene que estar muy presto a escuchar conversaciones interesantes. Y no es que me guste escuchar cuando dos personas se cuentan historias entre ellas o cuando se quejan de malos servicios, del clima o de las nuevas generaciones. No me gustan las pláticas entre las personas.

    Pero me apasiona saber qué se dicen entre los árboles que nos miran imponentes desde sus alturas, cuál es el diálogo entre las palomas que llegan buscando la comida que le arrojan los niños o qué se cuentan los chorros de las fuentes cuando suben y bajan.

    Pero les juro que lo que escuché esta semana no me lo esperaba. Por eso desde que me dedico a conocer cada rincón de Ovalle, cada gesto de su gente, me impresiona una conversación más que otra.

    -Psst! ¿Estás despierto? ¿Te has dado cuenta que ya la gente ni nos mira?

    -¡Claro que estoy despierto! Qué más puedo hacer sino fijarme en la gente que nos pasa por el frente.

    -¿Y entonces? ¿Crees que se fijan en nosotros?

    -Yo creo que sí nos ven, no como antes. Pero sí saben que estamos aquí.

    -Yo no te pregunto si lo saben, digo que ya no nos ven como antes, no se detienen a mirarnos, apenas si nos traen unas flores uno o dos días al año y ya… ¡es injusto!

    -¿Injusto? Injusto es que a quienes lucharon y murieron con nosotros no los recuerden. Sólo nos homenajean a nosotros.

    -Bueno Bernardo eso es cierto, pero digo, que la gente está tan ocupada con sus vidas que ya no saben que estamos acá en la plaza.

    -Si Arturo, pero ¿qué más podemos hacer? Somos estatuas, no podemos movernos para llamar la atención de la gente.

    -No me entiendes, yo no quiero moverme, -bueno, a veces cuando una paloma se me quiere posar en la cabeza sí me provoca- pero a veces quiero que nos recuerden más días, o que los estudiantes que nos pasan por el frente digan “mira, es Bernardo O’Higgins  ese que estudiamos en clases, Oh! Ese es Arturo Prat, el héroe de la historia, vamos a pedirle un autógrafo”

    -¿Un autógrafo? Y con cuáles brazos vas a firmarlo. Somos estatuas de puro busto.

    -Cierto. Buen punto. Pero me gustaría que nos tomaran más en cuenta.

    -Para ser sincero, a mí también.

    Los miré fijo, me cercioré que supieran que yo sí los había visto y los tomaba en cuenta, y seguí caminando por el paseo peatonal contento por haber escuchado esa tertulia.