Dos hechos de extrema violencia contra la mujer se registraron en la Provincia de Limarí durante las últimas tres semanas. Esforzadas mujeres que trabajan para llevar dinero a su hogar fueron brutalmente agredidas por sus ex parejas que no soportan que “su propiedad”, como la definen, quiera rehacer su vida sin ellos.
Aunque sólo estos dos han causado conmoción social, debido a la gravedad de las lesiones, la violencia contra la mujer no es un delito aislado.
Según datos estadísticos publicados por la Fiscalía de Chile, durante el 2014, en la Región de Coquimbo se registraron 4.391 (denunciados ante las policías) casos de violencia intrafamiliar, en los que destacan el alto número de delitos de amenazas, maltratos y lesiones.
Estas cifras están presentes en Limarí, el fiscal jefe Gianni Stagno reconoció que “durante este 2015 no manejo un número exacto de casos, pero estas denuncias son cotidianas. Nosotros como fiscalía realizamos a diario varios controles de detención por VIF (violencia intrafamiliar)”.
Los casos que revolucionaron las redes sociales
La conocida dirigente vecinal Alicia Arcos (42) fue atacada por M.A.V. (52), su ex pareja, durante la tarde del sábado 25 de abril. La agresión ocurrió en la población 21 de Mayo, mientras la mujer se dirigía a su lugar de trabajo.
“El primer palo fue muy fuerte en mi cabeza y me tiró al suelo. Puse mis manos e hice todo lo posible para que no me llegara tan fuerte. Una persona del sector dijo ‘suéltala cobarde’ y le gritaban cosas a él. Se subió a su auto y se fue”, relató la afectada.
Las graves lesiones sufridas fueron captadas por fotografías, las que comenzaron a circular rápidamente a través de las redes sociales, motivando al repudio masivo de los usuarios de Facebook y twitter.
El caso fue tomado por el Ministerio Público, quien consiguió a través del Tribunal de Garantía la orden de detención de M.A.V. (52), quien se desempeña como camionero, pero hasta la fecha su captura no se ha logrado.
Una semana más tarde T.N.A.A. (35), mujer que se desempeña como contratista agrícola en la comuna de Monte Patria, fue golpeada y azotada contra rocas por parte de su ex pareja en la localidad de El Palqui.
Durante la madrugada del 2 de mayo, la mujer de 35 años caminaba por la población en compañía de un amigo, cuando fue abordada por el sujeto quien tras intimidar al conocido de la mujer, llevó a su ex cónyuge a una quebrada.
En el acantilado desató toda su furia, procediendo a propinarle golpes de pies y puño, y azotes contra las piedras. La afectada debió mentirle diciendo que lo amaba para huir a su casa.
De la situación también fue testigo Facebook, luego que subieran imágenes de la herida y del agresor que no fue detenido por Carabineros.
“La principal herramienta de denuncia de estos casos ahora son las redes sociales. Quizás no se logra la detención del sujeto pero sí se hace público la situación y ‘se funa’ al agresor”, expresó Alejandra Pozo, encargada del Centro Sayen, dependiente del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam).
¿Qué detona la ira?
Luego de la aparición mediática de estos casos, buscamos a los profesionales que trabajan de cerca con las víctimas de violencia intrafamiliar. Así llegamos a la directora regional del Sernam y al centro Sayen (significa “mujer de corazón abierto” en mapudungun), que trabaja los casos en toda la Provincia de Limarí.
Según Marcela Carreño, directora regional del Sernam, el hombre detona su ira contra la mujer porque “hay una cultura imperante, el hombre cree que la mujer es de su propiedad y por eso la golpea, y hace un ejercicio de poder que en la mayoría de los casos se expresa de la forma más violenta, estos son los golpes o agobios sicológicos.
Es un tema de desigualdad de poder, en la cual hay un tema cultural de la sociedad, donde se ve a las mujeres con menos poder que los hombres”.
Carreño agrega que pese a que la comunidad se equivoca en pensar que los agresores son personas enfermas. “Sabemos que en la gran parte de los casos se dice que un hombre que golpea a las mujeres, o las presiona sociológicamente, son enfermos, pero no es así, quiero señalar que ellos frente a su par no lo hacen, no son capaces, solo actúan con violencia frente a quienes son más débiles. Por lo general hacen ese ejercicio porque las víctimas no tienen la autonomía económica y las herramientas para defenderse”.
La trabajadora social, directora de Sayen, Alejandra Pozo, expresó que el centro atiende a unas 400 mujeres que sufren violencia, casos que no todos están en tribunales ni tampoco denunciados ante las policías.
De estas situaciones se ha percatado que el factor detonante que más se repite es que los hombres no aceptan el término de la relación.
“Deben haber bastantes factores psicológicos, por lo general son hombres inseguros que no tienen control. En los diagnósticos que hemos realizado nos hemos dado cuenta que el caso que más se repite en estos hechos de violencia es la no aceptación al término de la relación, este es un claro factor de riesgo.
Tras mantener una relación y ante el quiebre de ella, los hombres siguen llamando a la mujer, molestándola, hostigándola, en ese momento piensan que lo que es de su propiedad se les escapa”, remarcó Pozo.
La ayuda judicial
La abogada del Centro Sayen, Pilar Muñoz, es quien orienta judicialmente a las víctimas de VIF. Por ella pasan las querellas y las medidas cautelares.
“Mi labor es brindar la representación legal en los casos judicializados o en los que se iniciaron demandas. Por ejemplo, si ingresa una mujer al centro y decide a poner la denuncia, luego pasa conmigo y se atiende en triada (con tres profesionales). Si a mujer decide interponer una demanda, nosotros la patrocinamos.
Si es una violencia que no es objeto de delito pasa al Tribunal de familia y si existe violencia intrafamiliar como amenazas, lesiones, maltrato, o femicidio en todos sus grados se van al Tribunal de Garantía, en ellos se interpone una querella criminal y se piden medidas de protección”.
La profesional recordó que hace años acompañó un caso de femicidio frustrado en Punitaqui, del cual se consiguió que el autor cumpliera 12 años de cárcel, de forma efectiva.
Se trata del caso ocurrido en junio del 2012, cuando Luis Rodríguez Berrios estuvo a punto de quitarle la vida a su ex pareja, Paola Segovia, quien esperaba locomoción ara acudir a su lugar de trabajo en un fundo agrícola.
El 28 de ese mes, alrededor de las 7.30 horas Paola abandonaba la casa y se dirigía por calle Caupolicán en Punitaqui. Cerca del paradero la esperaba su ex conviviente, quien se escondía detrás de un muro. Luego de encararla le pidió que conversaran y tras la negativa de la mujer, el sujeto tomó un cuchillo y comenzó a inferirle distintas heridas.
Fueron un total de ocho cortes cometidos hasta que una vecina se interpuso. Posteriormente Paola Segovia fue trasladada al hospital de Ovalle, donde lograron sanar sus heridas y dejarla fuera de riesgo vital.
“En este caso logramos una pena altísima de 12 años de reclusión efectiva para el imputado, lo que marca un procedente para estos hechos de homicidio frustrado.
Fue un juicio largo, agotador, pero logramos ver el efecto reparatorio a través de la justicia, para ella (víctima) significó mucho y creo que volvió a estar tranquila”.
Pilar Muñoz y Alejandra Pozo son parte del equipo del Centro Sayen que recibe actualmente más de 400 casos de mujeres que son agredidas.
El perfil psicológico
Cuando llegan a estos centros (hay alrededor de 100 en el país) las personas agredidas, lo primero que hacen es tener una audiencia de acogida con las profesionales que allí trabajan, quienes realizan una evaluación del caso y aplican entrevistas para determinar si en el caso hay riesgo de vida.
Una de ellas es la psicóloga, Ana Gallardo, quien debe escuchar cada historia que recibe Sayen. La profesional sostiene que tras lo estudiado en estos casos se pueden evidenciar ciertos perfiles psicológicos en el hombre que efectúa las agresiones.
“No existe un perfil exacto, pero a través de investigaciones se ha logrado identificar algunos componentes comunes, por ejemplo, en la mayoría son hombres con una marcada definición de los genes, ellos diferencian los roles del hombre y la mujer, lo que se traduce en que se crea una concesión machista de los roles.
Además, son hombres dependientes emocionalmente. Ellos son inseguros y los caracteriza dar cuenta externamente de ser seguros, pero en realidad en su interior no lo son. Como hay temor excesivo, utilizan un mecanismo de control a través de la violencia.
Por lo general son machistas, no tienen enfermedades psiquiátricas, y en ocasiones hay agresores que utilizan drogas y alcohol, pero no siempre es un factor detonante.
Se debe destacar que estos casos no ocurren por un arrebato, no es algo que el hombre pierde la razón, él decide ser violento en vez de otras posibilidades de conducta porque a través de su vida le han enseñado que las cosas se solucionan con violencia”.
Otra opinión de una psicóloga es la de Marina Araya, profesional que trabaja en el Centro Amulen (ONG Paicabí), quien concuerda con lo de Gallardo, agregando que “tiene que ver con las creencias que se nos inculcan, por lo general los que ejercen violencia física tienen un comportamiento que se repite en su juventud. Son hombres inseguros, no reconocen la responsabilidad de sus actos, le echan la culpa a la mujer porque lo incitan a golpearla.
Se trata de historias que se repiten de generación a generación, es más probable que en un niño que estuvo en esa dinámica lo haga, pero no necesariamente es un determinante. Si un niño que nació en un contexto de malos tratos, le enseñan desde chico que deben trata así a la mujer, crea una desigualdad de sexos donde creen que el hombre más dominante.
Los hombres que violentan a sus mujeres son personas dependientes, rígidas cognitivamente, inseguras y machistas”.
En el caso de las mujeres víctimas de maltrato hay varios factores que se repiten. Ana Gallardo sostuvo que “no hay una descripción clara, no existe un perfil único, pero hay factores concordantes, vemos en ellas mujeres sumisas, que se adscriben al rol de la cultura machista, que la mujer debe estar en la casa con un rol de cuidar a los niños. Son personas que generalmente tienen su autoestima disminuida y eso hace que puedan visualizar tener una vida mejor.
Son mujeres que en algunos casos se vuelven dependientes económica y emocionalmente del agresor, lo que les impide separarse por su estabilidad económica, muchas veces quedan al cuidado de los niños y es el hombre es el que lleva el dinero. Y cuando ellas quieren salir a trabajar los hombres se lo impiden”.
La marcha
Este fin de semana decenas de mujeres marcharon por el centro de la ciudad para mostrar su repudio contra la violencia contra las mujeres.
Las manifestantes, en representación de la ciudadanía, esperan que no se repitan situaciones de agresiones donde el hombre intenta recuperar con golpes lo que según él le pertenece.
Este sábado marcharon por las calles limarinas un grupo de mujeres para mostrar su descontento con los hechos de violencia intrafamiliar.
Importante estudio
La Policía de Investigaciones elaboró un análisis descriptivo de las causas socioculturales y legales que desencadenan el delito de femicidio en Chile, tras estudiar 82 casos ocurridos entre el 2011 y el 2013.
De este estudio destacan que la mayoría de los casos ocurren dentro del espacio físico en que habitan tanto la víctima como el victimario.
El 79% de los agresores no tienen antecedentes penales anteriores y en un 73% de los casos hubo violencia anterior.
El principal factor desencadenante de estos ataques son los celos (41%) y luego lo siguen la suposición de engaño, la infidelidad y la amenaza de abandono.