Después de preguntar qué tenía Ovalle de especial, le pedí que me acompañara. Media hora después probaba el canelazo en el Casino Olmedo. Le encantó.
Caminamos hasta el Café Oriente donde pedimos una malta completa y dos churrascos.
-¡Esto es una maravilla! - dijo – ¡deliciosos!
En la Feria quedó fascinado con el vagón museo y la escultura de durmientes, rieles y clavos colgantes
- ¿Conociste la estación?
- Me crié en ella – respondí nostálgico -.
En el puesto de condimentos me saludó Eduardo Gómez.
-¡Conoces al “Mocho”! – exclamó incrédulo.
-¡Figueroa, Beckenbauer y “El Mocho”!.... El estadio debió llevar su nombre - respondí melancólico.
Comprando en la pescadería de Don Camilo, Pacheco me da la mano sonriente y bonachón como siempre. Compramos. De vuelta, mientras le explico que Pacheco está en los libros de historia pues es el único sobreviviente de la última guerrilla guevariana que entró a combatir en la selva boliviana el ’70, que hasta de Europa han venido a entrevistarlo infructuosamente, vemos a Mallegas en su bicicleta, gritando presagios divinos.
-¿Ves? - concluí ufano - Todo en Ovalle es increíblemente especial.
