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El analista destacó que hay una fatiga de los electores para con los partidos políticos tradicionales, por no saber leer la hostilidad que generan en la masa. Adelantó que puede haber un resurgimiento tras el amparo de los partidos a personas que se dicen independientes, pero que terminan con vínculos asociativos con las agrupaciones políticas.

Una vez conocidos todos los nombres de los ganadores a los puestos a los que postularon, y quedando solo por resolverse el nombre de quien asumirá por vez primera la gobernación regional, está más claro el escenario político o “antipolítico” en el que amaneció Chile y que será de alguna manera un termómetro para las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales.

Con poco más de un tercio de la conformación de la Convención Constitucional en manos de independientes, con cuatro de los cinco alcaldes de la provincia del Limarí en esa misma condición, y una candidata que no milita en una organización política tradicional que disputará la segunda vuelta regional, la bandera de la independencia política ha dejado buenos réditos entre quienes la ondearon en los pasados comicios.

Al respecto el docente universitario y cientista político Luis Oro Tapia, considera que la preferencia por llamarse independiente se va a mantener por algo tiempo en el espectro social chileno.

“A mi juicio esa tendencia se va a mantener en Chile por unos tres a cinco años, aunque hay que preguntarse ¿Por qué hay de parte de los electores y de la ciudadanía –que es un término mucho más amplio- tanta reticencia y hostilidad hacia los partidos políticos? Parece que los partidos políticos no han querido hacerse cargo de esa pregunta, es más ni siquiera se la han formulado de manera explícita o pública”, consideró el docente.

Señaló que las últimas elecciones demostraron que la gente piensa que los partidos políticos se convirtieron en una suerte de agencias de Lobby o de agencias laborales, que descuidaron completamente el bien común y se dedicaron a instalar a sus allegados en puestos de administración pública.

 “En la convención electoral, los candidatos que iban sin el patrocinio de partidos políticos, obtuvieron una mayor votación, no solo en sufragios, sino también en escaños, en comparación a los bloques tradicionales. Gente que no contó con el patrocinio o la maquinaria de partidos les fue bien. Hay allí un enojo de los ciudadanos respecto de estas personas (políticos tradicionales) que se convirtieron en algo así como representantes del antiguo régimen francés que cometían faltas a la moral pública y reaparecían libremente en otros cargos o escritorios públicos”, advirtió.

Destacó que un ejemplo “emblemático” sobre ese cambio de roles y papeles sería el de la política demócrata cristiana Ximena Rincón, quien luego de ocupar cargos de relevancia nacional y de la Superintendencia de Pensiones, que vigilaba el comportamiento de las AFP, y luego sale del cargo para luego ocupar un puesto en un directorio de precisamente una AFP. “No solo es cambiar de trabajo, es cambiar de bando y vuelve al otro lado. Eso no lo tolera la gente, hay una especie de fatiga con eso”, sentenció el docente.

El súbdito participante

Señaló el analista que una situación que no se ha resuelto, y que más bien se habría acentuado, es la del “súbdito participante”, que es cuando la masa poco crítica y poco conocedora de las funciones de los diferentes cargos públicos, ve al político como un agente privado que hace lobby en instituciones públicas.

“Se llama así porque de alguna manera el elector se convierte en cliente del político electo y hay una transacción de favores, con un valor que se estima a través del sufragio, y los partidos se comportan como empresa privada, aunque sin sus protocolos sino más bien en el formato del latifundio y el patronazgo”.

-La gente considera que ser independiente es ser neutral ¿Puede haber una decepción de la gente al darse cuenta que su político independiente no es neutral?

-“Sí, porque en la política no existe la neutralidad, y las pocas veces que existe es un lujo que solamente se pueden dar los poderosos no los débiles, porque el que es neutral siempre va a estar presionado para que tome posición sobre todo en situaciones conflictivas. A quienes llamamos independientes o apolíticos en realidad son personas que son hostiles a los partidos políticos o que no tienen compromisos claros con un partido político”.

Señaló que el político, aunque no esté inscrito en un partido, siempre tendrá nexos y compromisos con alguna organización.

“En este momento el nombre de Independiente es un nombre rentable en el sentido que genera alguna expectativa en los electores, no sería improbable que los partidos políticos, de los que están muy mal parados, busquen testaferros, palos blancos, y después aparecen viejas lealtades o se pueden crear lealtades sobre la marcha con partidos políticos. Todo ello en el supuesto de que los partidos se puedan refortalecer, reestructurar. Pero yo creo que lo que ha pasado acá deja abierto algo: Los partidos, que son una invención tardía del hombre, nacen, prosperan y pueden morir”, adelantó.

Destacó que la organizaciones sociales si bien le ganan terreno a los partidos tradicionales, corren el riesgo de convertirse en partidos por ese camino de pasar de lo espontaneo al momento de la institucionalización de la organización en el tablero electoral.

“La otra posibilidad es que los movimientos sociales se diluyan, porque estos se articulan en función de demandas circunstanciales. En la medida en la que se satisface la demanda, el movimiento puede perder su razón de ser”, explicó Oro.

 

 

 

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