• La historia del Ovallino que ha recorrido a pie más de 1.300 kilómetros para hacer frente a la desigualdad
    La historia del Ovallino que ha recorrido a pie más de 1.300 kilómetros para hacer frente a la desigualdad
El llamado “caminante del desierto” comenzó su viaje el 17 de septiembre del año pasado desde la ciudad de Antofagasta. Hoy continúa su trayecto por la Ruta 5 Norte con destino a la capital del país

Hace cuatro meses que Ignacio Jaime Carrasco partió un desafío y una travesía que poco a poco se ha hecho eco entre las personas. Harto de la desigualdad social, sobre todo de las personas con capacidades distintas,Ignacio a sus 51 años partió una caminata desde la ciudad de Antofagasta (donde actualmente vive) hasta Santiago con un solo objetivo: denunciar al Estado chileno por violación a sus derechos como paciente y a la vez por tortura física y psicológica.

Toda esta tremenda hazaña comienza luego de que el año 2007 Ignacio sufriera un accidente laboral en una empresa de minería en el norte del país. Fue atropellado cuando salía del trabajo y se fracturó ambas piernas y la mano derecha, lo que le ocasionó además daños en el pulmón. Además sufre de fotofobia y hernias musculares en las piernas que lo obligan a medicarse con morfina y usar muletas.

Por razones que él mismo intenta explicar fue sacado de la base de datos de la Mutual de Seguridad, por lo tuvo que buscar la forma de poder costearse la morfina que actualmente en el mercado tiene un valor que bordea los 62 mil pesos.

“Esto lo inicié en un principio por un tema mío, cuando la Mutual dejó de darme el tratamiento, tuve comprar la morfina por mi cuenta por 14 meses. Al tiempo, me llamaron a una consulta médica en la Mutual, la cual fue exigida por un médico externo que me atendió, allí reconocieron que efectivamente había una falencia en la base de datos. Los médicos reconocieron su error y yo pedí una sanción a la persona responsable de ésto, pero ellos me dijeron que no podían, por lo que decidí viajar a Santiago”.

Allí Ignacio recorrió varias entidades gubernamentales pertinentes, pero en ninguna obtuvo respuesta. “El nivel de atención hacia los discapacitados es nula por parte de las personas de la entidades de gobierno”, señaló, agregando que “a raíz de eso un amigo me dijo: ‘sabes, ellos están violando tus derechos humanos como paciente’ y esto lo reconoció un abogado francés con quien conversé, porque lo que hicieron fue una tortura física y psicológica. Física porque al suspender la morfina uno sufre de muchos dolores; y psicológica porque tienes que ingeniártelas para poder comprar la morfina”, explica el analista informático.

 

Un largo viaje 

“La única forma en que poder llamar la atención de un país entero es cruzando el Desierto de Atacama”, le dijeron sus amigos de Argentina, claro, “porque si yo iba directo a Santiago a hacer la denuncia al Estado chileno a una embajada iba a quedar todo oculto. Entonces me propusieron esta idea, me preguntaron si era capaz y yo les dije que sí”, relató Ignacio, quien afirmó que la idea es “que esto cause un impacto para que las personas entiendan que nosotros tenemos derechos”.

De esta forma, durante un año Ignacio preparó cada detalle de este viaje. “Compré un equipo de seguridad para tolerar altas temperaturas en el desierto, lo encargué a Estados Unidos porque solo lo venden a empresas. Éste lo use por las noches, para el día usé un traje que lo compré en Inglaterra, este sirve para tolerar las altas temperaturas. Por ejemplo, hasta las 14 horas el sol está entre 25 y 30 grados y desde las 16 horas en adelante el calor bordea los 40 grados y uno se puede descompensar, más si uso morfina, porque una persona normal para recorrer el desierto necesita seis litros de agua para hidratarse, yo ocupo entre 10 y 12 lproducto del medicamento”, explicó.

Además de este equipo, Ignacio también compró raciones militares, porque “son más pequeñas y cumplen con todas las normas, también aportan todos los nutrientes que necesita el cuerpo”, dijo.

Junto con ello, el profesional carga una mochila hidratante, que con todo lo que lleva en ella pesa alrededor de 80 kilos. Para todos estos implementos Ignacio gastó alrededor de 7 millones de pesos.

Es así que el 17 de septiembre del 2014, Ignacio junto a sus muletas comenzaron su viaje por el Desierto de Atacama, el cual recorrió por 40 días y pese a las crudas temperaturas, logró salir victorioso.

A los 20 días de caminar, la Mutual se enteró de este hecho, por lo que buscaron la forma de convencer a Ignacio de no seguir, pues arriesgaba su vida, pero se negó y pese a las insistencias, el profesional fue firme en su decisión, por lo que la Mutual a partir de ese momento comenzó a monitorear al profesional, realizándole exámenes médicos cada cierto tiempo para poder lograr este gran desafío.

“La Mutual tomó acciones y mandó a un director a ubicarme para convencerme de no viajar. Mi novia me había llamado por teléfono indicándome que tenía más de 2 mil correos de personas que sufren lo mismo que yo, negligencia, y que ellos quieren que los ayude. Entonces ahí cambié mi mentalidad, me dije: ‘esto no es mí , es por todos”, afirmó.

Cabe mencionar que la Mutual le entregó todas las facilidades a Ignacio, volver al sistema y continuar su tratamiento, pues el riesgo que corría era alto, sin embargo, “yo les dije que no, que la única forma de volver era si ingresaban al sistema a las 2 mil personas que me habían escrito al correo, pero me dijeron que no podían”.

Luego de recorrer el desierto, Ignacio llegó a Caldera, donde el subgerente de la Mutual de Seguridad de Copiapó, Iván Ulloa, lo visitó. “Es una persona muy humana, él en vez de quedarse en su oficina fue a buscarme al desierto junto a un equipo, intentaron convencerme de no seguir porque el trauma que podía recibir de esto es muy grande. Andaba con una herida que no había sanado y que podía sufrir una descompensación por tolerar altas y bajas temperatura. Les dije que la única forma de que podamos conversar era en Copiapó, llegue allá y me solicitaron que hablara con el director nacional de la Mutual en Santiago. Yo solo accedí si podían ir conmigo dos pacientes, a quienes sacaron del sistema. Viajamos y gracias a esto pudieron ser atendidos de nuevo. Una vez que volvimos, me hicieron varios exámenes para ver mi estado de salud, todo salió bien”, relató, agregando que “solo me detectaron un daño muscular, una bursitis en la pierna derecha. Me pidieron parar, pero llegamos a un acuerdo donde ellos iban a monitorear todo el viaje que me queda. Estuve 5 días descansando en Vallenar para hacerme exámenes médicos y poder continuar el viaje. Llegué a La serena y me recibió Felipe Vicencio, jefe regional de la Mutual, quien también ha solidarizado conmigo y también me van a controlar de acá hasta Santiago”, señaló.

 

Mente de acero 

Tras ser consultado cómo es que pese a la adversidad no ha flaqueado, Ignacio simplemente respondió que es porque su objetivo está bien claro. Además agregó que “también porque estuve en un seminario de cura y tengo una mentalidad muy abierta, pero además me voy nutriendo de las historia de las personas. Muchos me han felicitado y eso me da más fuerzas para seguir y eso es lo que no entienden las personas que me han monitoreado”, dijo.

Un mal enfoque 

Ignacio asegura que las políticas públicas que se aplican a las personas con capacidades distintas no están bien enfocadas. “Por ejemplo, el Senadis funciona cada cuatro años dependiendo el gobierno de turno. Se queda una persona en el cargo, pero no hace nada por los discapacitados. A veces los gobiernos cometen errores muy grandes, hacen campañas de inclusión, hacen un spot publicitario, pero mejor que todo eso es darle un trabajo a una persona discapacitada(...)La gente piensa que todas las personas discapacitadas son ignorantes y no es así. Yo he educado a dos discapacitados en Antofagasta. Un niño que no puede caminar y tiene una mano mala, intentó estudiar computación y no pudo porque sufre de epilepsia. Entonces le dije si te enseño a formatear computadores ¿tú puedes trabajar en eso? él me dijo que si, le enseñé y ahora vive de eso. Una cosa tan simple como eso”, relató el profesional.

“Al gobierno no les interesa el tema, si la presidenta no ha sido capaz de venir a verme a terreno es porque de verdad no les interesa este tema, ellos saben que yo existo. Ellos están esperando que no llegue a Santiago”, sentenció, agregando que “las entidades tienen que cambiar, tienen que poner a gente competente en el tema, no que lo elijan por pertenecer a un partido político o por pituto. Ellos deben tener un compromiso real con la gente. Yo investigo todo el sistema, vivo en mis computadores, sé cuáles son las falencias, cuáles son las leyes nuevas, las que se decretan y mis amigos me informan cuando voy viajando… estoy actualizado totalmente”.

La demanda

Una vez que Ignacio llegue a Santiago el siguiente paso es poder dirigirse a alguna embajada para poder llevar a cabo la denuncia a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. “Me ofrecieron Ecuador, Noruega o Suiza, yo me asilo ahí y ellos me ayudan a demandar al Estado a la Corte, porque no lo puedo hacer de forma independiente. Y ¿cómo lo hago? por violación a mis derechos como paciente y a la vez por tortura física y psicológica”.

El lunes pasado el Ovallino pisó tierras limarinas y por petición de sus familiares permaneció dos días en la ciudad de Ovalle y el pasado martes retomó su camino por la ruta 5 Norte para llegar a la capital del país.

“Al llegar al cruce de Quebrada Seca, conversé con gente y la verdad es que es patético la violación al derecho de las personas. Descubrí que en un pueblito tienen una posta de barro y eso no puede ser. Hay una abuelita que le regalé uno de mis bastones, yo traigo tres, ella es discapacitada y el Estado no se hace cargo”.

Hasta el momento el Ovallino ha recorrido más de 1.300 kilómetros, caminando desde las seis de la mañana hasta las cuatro de la madrugada, solo duerme tres horas (debido a los efectos de la morfina) y continúa su caminata que se extiende aproximadamente por cuatro kilómetros diarios.  

 

 

 

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