Crédito fotografía: 
Leonel Pizarro
Son el eslabón más débil en la cadena de producción, y también uno de los más necesarios ya que son quienes inician el trabajo para que en cada mesa de la provincia llegue la comida cosechada en la región. Son historias del campo en primera persona.

Enrique Cortés no puede separar los años que le ha dedicado al campo con sus años de vida, porque son una misma cifra. Su historia personal está ligada a la de la siembra, y aunque pudiera decirse que conoce todos los secretos de la agricultura, todavía faltan muchos datos y detalles de ese negocio que le son esquivos y que juegan en contra a la hora de sacar un balance sobre su gestión.

“En enero plantamos tomates, lo cosechamos y preparamos la tierra pa’ sembrar maíz, pero este año no pudimos por la sequía, así que no nos quedó de otra que irnos a trabajar la cosecha de la uva, como temporero, porque no teníamos agua para el riego”, indicó Cortés.

Explicó que la última cosecha de maíz la sacaron en noviembre pasado, y que luego de la del tomate a principios de año no pudieron sembrar más hasta hace un par de semanas que retomaron la siembra del maíz.

“A principios de año no había agua, había pero muy poca, y no nos podíamos arriesgar a estar perdiendo la siembra. Teníamos media hora o 40 minutos para regar porque era la cuota de agua que nos daban, y necesitábamos mucho más que eso. Tampoco podíamos sacar las plantas al proveedor, porque desde el momento en que uno le saca plantas a Europlant, comienzan a correr las letras, así que a veces uno no tiene producción para estar solvente, porque nos dan tres meses y si no tienes producción igual tienes que pagar las letras”, indicó.

Siembra nueva

Destacó que hace dos meses recibieron un bono de Indap de 115 mil pesos, que les sirvió para costear un poco las semillas, que terminaron costando más de 170 mil pesos los cinco kilos de semillas.

“Ahorita tenemos sembrado casi tres kilos de semillas, y tuvimos que asociarnos con otro productor para poder sacar las 50 mil semillas y poder sembrar a partes iguales, porque uno solo no iba a poder sembrar, ese es el drama que nosotros tenemos”.

Indicó que a veces tras la siembra y la cosecha los números prometen una buena ganancia por el esfuerzo, pero al momento de la venta los precios dicen otra cosa.

“Cuando nos toca vender a veces quedan 300 lucas, pero a eso debes sacarle los días que fuiste a trabajar, los días de lluvia que tuviste que venir para que no se te rompieran los nylons, o cuidar para que no te roben los materiales. Así que sacando cuentas, lo hiciste pa puro sobrevivir nomás”, precisó Cortés.

 

 

 

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